Nuestra última esperanza: confianza y cooperación

Resiliencia es el apellido de El Salvador. Somos una sociedad que ha sabido salir adelante pese a cualquier dificultad. Los errores prematuros son aceptables, pero después de esta etapa inicial de la pandemia ya no podemos reaccionar. Necesitamos empezar a trabajar de manera concertada

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Familias de diversas comunidades del país han recurrido a las banderas blancas para pedir ayuda ante la falta de alimentos por la cuarentena. Foto EDH / Cortesía

Por Moisés Nóchez

2020-05-19 7:48:24

Cuando éramos pequeños y jugábamos fútbol en el pasaje con mis vecinos, a veces se nos iban pelotazos sin querer a los portones y un par de veces llegamos a quebrar ventanas accidentalmente. El vecino afectado salía a la calle molesto para ver qué había pasado, mientras todos corrían despavoridos a esconderse dentro de sus casas. Sin embargo, el vecino no dejaba que se quedara así y tras una minuciosa búsqueda lograba dar con el hogar responsable para que pagaran el vidrio quebrado. Como consecuencia, cambiaba nuestros juegos hacia otras actividades que no implicaran ningún perjuicio a otros hogares. Si el vecino no hubiera salido a reclamar, probablemente muchas ventanas más se hubieran quebrado en el pasaje, pero de alguna manera logramos comprender que debíamos respetar y cooperar.
Algo similar está pasando en El Salvador en estos días. El COVID-19 vino a representar un pelotazo que vino a quebrar la economía de una sociedad frágil. Como en mi historia, ha hecho que todos corran a sus casas a reaccionar de alguna manera ante lo que está pasando. La ansiedad, el estrés y el miedo por las consecuencias no se han hecho esperar, por lo que todos estamos viviendo nuestras crisis mientras el vecino afectado está buscando cómo hacer para reparar la ventana. Luego, se siguieron quebrando más ventanas, pero la culpa seguía siendo del vecino por no proteger con barandas o portones su propiedad.
A una experiencia similar hacían referencia James Q. Wilson y George L. Kelling en 1982 cuando desarrollaron el concepto de “la ventana quebrada”. Planteaban que cuando se quiebra la ventana de un edificio y se deja sin reparar, el resto de ventanas pronto seguirá el mismo destino. De esa manera, la ventana quebrada constituía una señal de que a nadie le importaba el daño infligido, por lo que no había un costo vinculado con que más ventanas se quebraran.
Esta pandemia nos ha mostrado que el motivo de nuestras ventanas quebradas es la carencia de confianza y cooperación. Por el lado de la confianza, esperamos que los problemas que vayan surgiendo se puedan resolver teniendo siempre a las personas por encima de cualquier otra prioridad. Y en cuanto a la cooperación, necesitamos que las acciones para atacar el virus se hagan de una manera concertada. En la conjunción de estas dos variables podemos encontrar una luz al final del túnel y lograr el objetivo de convertirnos en una sociedad resiliente después de la crisis, aunque sea pedregoso y difícil pasar por ella. Pero hasta ahora, lo que más sobresalen son comportamientos contraproducentes, que no abonan para que seamos más fuertes ante cualquier reto que se presente, y viene de parte de todos: tanto líderes, como algunos grupos de la sociedad.
Así como el vecino afectado confiaba en que nuestros padres cooperarían a pagar la ventana quebrada, los que quebraban la ventana asumían su responsabilidad para ser más cuidadosos con sus actos, con el ánimo de respetar la armonía de esa pequeña comunidad. Por ello, debemos revisar nuestras ventanas quebradas y ver que podemos hacer por ellas. Líderes: ¿Es tan difícil pensar en un pacto nacional para atacar al COVID-19?; Organizaciones: ¿Podemos reinventarnos junto a nuestros colaboradores para atender mejor las necesidades del mundo después del coronavirus?; Público en general: ¿Podemos canalizar nuestras ansiedades y temores en ayudar a nuestro prójimo? De cualquier manera, siempre es más recomendable enfocarnos en lo que está dentro de nuestro control y no en aquello que no podemos cambiar.
Resiliencia es el apellido de El Salvador. Somos una sociedad que ha sabido salir adelante pese a cualquier dificultad. Los errores prematuros son aceptables, pero después de esta etapa inicial de la pandemia ya no podemos reaccionar. Necesitamos empezar a trabajar de manera concertada y buscar lo mejor para nuestro país. Pero ya no podemos hacerlo con las mismas ventanas, ¡Hay que cambiarlas juntos!

Economista.