Triunfar en clave servir

Emplear nuestras mejores energías en ayudar a quien lo necesita, en transformar nuestro pequeño mundo, en sacrificarse por los demás. Eso es vivir. No las baratijas existenciales de quien se encierra en el goce inmediato y despreocupado, desentendiéndose de las urgencias sociales a su alrededor.

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Roland Rodríguez, de El Salvador, disputa el balón con Akram Afif, de Qatar. Imagen de carácter ilustrativo y no comercial. / https://twitter.com/GoldCup/status/1419102665255100421

Por Heriberto Herrera

2021-07-24 7:36:10

Triunfar es la palabra de moda. La mentalidad de triunfo social es el clima que se respira. Esto puede degenerar en una obsesión: echar zancadillas, ofrecer sobornos bajo la mesa, ostentar un estatus social falso. Aparentar. Falsear la realidad. Entonces se vive una vida ficticia que acaba tarde o temprano en la frustración o el desgaste. Y, con demasiada frecuencia, una existencia personal fracasada.
Una sana psicología nos anima a orientar nuestra existencia personal por el cauce de la autenticidad. Sin caretas ni poses ficticias. Vivir y amar la propia realidad existencial sin tapujos. Alguien que se esfuerce por ser genuino se gana la simpatía de su círculo social. Los disfraces, en cambio, saltan a la vista y terminan por llevar al ridículo.
Jesús, el hombre auténtico, sufrió la tentación de enfocar su misión mesiánica por la vía del dinero, la fama y el poder. Fue tajante en rechazar estas vías que falsearían su misión redentora. Se identificó a sí mismo, no como un grande de la tierra sino como servidor
Hubo seguidores de Jesús que, alucinados por su inmensa popularidad, creyeron ganar poder e influencia arrimándose a él. Jesús no anduvo con paños tibios a la hora de desenmascarar esas ambiciones mezquinas. Les ofrece “beber su cáliz”, alusión clara de un seguimiento humanamente poco triunfante, sino más bien doloroso, como se confirmó en la pasión que tuvo que sufrir.
Vivir en clave de servir no suena muy atractivo a los oídos contemporáneos. “No he venido a ser servido, sino a servir”. Triunfar y disfrutar de la vida es el “nuevo evangelio” que contiene la tendencia hedonista y descomprometida del hombre contemporáneo.
La vía del amor sacrificado y de la sencillez de la propia existencia es la ruta de la verdadera humanización. Una ruta que no goza de popularidad en nuestros tiempos. Pero quienes la ensayan comprobarán que proporciona los mayores goces y la realización humana más genuina. Se gana perdiendo: esto suena a paradoja, pero funciona.
Emplear nuestras mejores energías en ayudar a quien lo necesita, en transformar nuestro pequeño mundo, en sacrificarse por los demás. Eso es vivir. No las baratijas existenciales de quien se encierra en el goce inmediato y despreocupado, desentendiéndose de las urgencias sociales a su alrededor.
La vida cristiana no consiste en acercarse a Dios para obtener de él una ventaja económica o personal. Hay quien cultiva una relación con Dios de tipo comercial: te ofrezco esto para que me des aquello. En esta línea hasta se puede llegar a intentar chantajear a Dios.
El Reino de Dios, cuando no lo desvirtuamos, es fuente de transformación social en cuanto humaniza al individuo y a la sociedad. Humanización que se traduce en fraternidad activa, comunidad solidaria, familia ampliada, en las que todos somos protagonistas. Entonces serán bienvenidos todos los esfuerzos en esa dirección, aunque ello implique beber el cáliz que Jesús bebió.

Sacerdote salesiano.