Oración sin hipocresías

Vale recordar que Jesús, siendo el Hijo de Dios, con humildad enseñó: “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles (y en cadenas de radio y televisión, dirá hoy)"...

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Jairo Henríquez del AD Chalatenango en acción del partido ante Marvin Aranda de Club Deportivo FAS por la fecha 1 de la fase 2 del Apertura 2020. Foto EDH / Cortesía Raúl Pleitez

Por Mario González

2020-11-22 6:14:21

Hoy se celebra el Día Nacional de la Oración en El Salvador, una iniciativa que se desarrolla desde hace 17 años por decreto legislativo e incluye plegarias en diferentes templos y lugares del país. Ahora se centrará en las víctimas de la pandemia y sus familias.
En lo personal, aplaudo iniciativas como esta que son para beneficio de los salvadoreños y que deben procurar la unidad espiritual en aras del bien común.
Sin embargo, soy un convencido de que la separación de la Iglesia y el Estado es lo que mejor que pudo suceder. Ni los estados entran en desquiciadas teocracias, ni la Iglesia se corrompe con el poder temporal como ha ocurrido en varias etapas de la historia. Pero tampoco apruebo los extremos de arrinconar la fe en los templos como ocurrió en Cuba y en México en el pasado reciente, lo cual sólo terminó alentando el fervor de los fieles.
Aunque estamos en un Estado laico, creo que nuestros gobernantes pueden tener su fe y practicarla como quieran, pero no imponerla por decreto como ocurre en los países islámicos y sucedía en la Europa medieval (“Cuius regio, eius religio”).
Los cristianos salvadoreños (tanto católicos como evangélicos) o fieles de otras religiones consideran que la oración es el puente, la conexión, con el Creador, pero esto también implica actuar con honestidad, limpieza de corazón, devoción y, sobre todo, con la coherencia en la vida diaria, como repetía el inolvidable papa Juan Pablo II.
No se vale manipular la fe para ganar réditos políticos y mantener engañados a los electorados. Eso es hipocresía y demagogia. Se puede engañar a la gente, pero no a Dios, dice la Biblia.
No se vale ir a rezar a la Asamblea Legislativa después de asaltar el Salón Azul con contingentes de soldados y policías y mantener aterrorizados a los legisladores y sus familias.
No se vale estar decretando días de oración cuando se expresa la intención de fusilar a magistrados y quemar a diputados.
No se vale orar por televisión pero hacer hasta lo imposible por no darles un seguro de vida y otros beneficios a los médicos y sus familias, los mismos a los que en público se les llama “héroes”, pero en privado se les abandona.
No se vale orar en público y mandar a la policía o el Ejército a callar e intimidar a quienes cuestionan las decisiones gubernamentales o que el escuadrón presidencial aterrorice y amenace con detener a periodistas de medios que no son incondicionales al poder.
No se vale actuar como místicos en público mientras se lanzan contingentes de troles, robots e incondicionales para descalificar, ofender, difamar, calumniar y hasta promover la violencia contra quienes no se subordinan.
No se vale hacer alarde de fe en público cuando se mantiene a funcionarios ineptos y se les manda como sirvientes despersonalizados a despedir de sus trabajos o intimidar a personal que no comulga con el oficialismo.
No se vale acusar al adversario de corrupción, demagogia, saqueo cuando se viene de sus mismas filas y se hacen iguales o peores cosas, se pone resistencia a rendir cuentas del dinero de todos y se miente sin límites.
No se vale comprar y desnaturalizar las instituciones ni instrumentalizar a la fuerza pública para hacer capturas ilegales, amenazar y cometer abusos cuando por procederes de este tipo hubo una guerra que nos costó 70,000 vidas.
No se vale invocar en vano el nombre de Dios, asegurar que se mantiene comunicación con Él y se sigue Sus designios cuando en la práctica hago todo lo contrario: aliento el odio, la violencia, la imposición y el irrespeto a la ley entre mis seguidores, busco aplastar a quienes no me apoyan, no promuevo la unidad de un pueblo, no doy testimonio del amor al prójimo, de la caridad, la honestidad, la honradez, la rectitud y demás principios humanos que son comunes en la mayoría de credos (por si no soy cristiano).
Por todo esto sí vale recordar que Jesús, siendo el Hijo de Dios, con humildad enseñó: “Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles (y en cadenas de radio y televisión, dirá hoy), para ser vistos por los hombres…”.

Periodista.