Ortega apresa a contendientes y alarga crisis de Nicaragua

El creciente aislamiento internacional solamente anticipa la profundización de la crisis política y sus consecuencias económicas negativas. Las ofensivas declaraciones de la dictadura contra España tienden a incidir en la Unión Europea. A la vez, se mantiene el retiro de los embajadores de México y Argentina, y recientemente de Colombia.

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Foto / Archivo / EDH

Por Edmundo Jarquín

2021-08-16 7:49:17

La cancelación de la personería jurídica de Ciudadanos por la Libertad (CxL), elimina toda posibilidad de la mínima competencia en las elecciones del próximo noviembre, y menos que las mismas sean justas y libres, es decir, democráticas.
Las declaraciones en Costa Rica de la presidenta de CxL, Kitty Monterrey, con la cual nos solidarizamos, de cuyo tono afirmativo y categórico nadie duda, no solamente lo corrobora, sino que recuerda las elecciones de hace cinco años en que también Ortega no tuvo ninguna competencia.
La diferencia entre las elecciones de noviembre de 2016 y las de 2021, es la masacre de abril de 2018 y los meses subsiguientes. Pero recuérdese que Ortega, acompañado por su esposa como candidata a vicepresidenta, no tuvo ninguna competencia en las elecciones de 2016. En junio de ese año, después de haber sido proclamado como candidato en el remedo de Congreso del FSLN, despojó a Eduardo Montealegre del Partido Liberal Independiente (PLI) y, dos meses después, canceló las diputaciones de quienes habían sido “elegidos” en el fraude de las elecciones de 2011, con Fabio Gadea Mantilla de candidato a presidente, como oposición unificada a Ortega.
Ortega y su esposa no tuvieron ninguna competencia ni incertidumbre en 2016. Fue, desde entonces, como en los viejos países del campo soviético, en que existía un partido hegemónico, el comunista, y varios partidos políticos subordinados, normalmente sectoriales, de agricultores y cuestiones semejantes. Era el reinado de partido único, igual que en Nicaragua.
Para 2016, no se había precipitado la crisis política proveniente de la masacre, pero continuaban los abusos administrativos, económicos y políticos contra diversos sectores que estallarían año y medio después. Con el Estado de Sitio de facto que hay, esos abusos continúan existiendo, y al amparo de la represión se han incrementado.
Y eso marca una diferencia: ya no existe la complacencia nacional e internacional con el régimen de Ortega, y los resultados de las elecciones serán considerados ilegítimos, como lo han anticipado diversas declaraciones internacionales.
Las declaraciones de Lula, expresidente del Brasil, culminaron un proceso de preocupación por lo que en Nicaragua ocurre, y recuérdese las más de 100 firmas de intelectuales y personeros de izquierda o progresistas, entre ellos el expresidente del Uruguay, José “Pepe” Mújica, quién es un verdadero referente de la izquierda latinoamericana y mundial.
El creciente aislamiento internacional solamente anticipa la profundización de la crisis política y sus consecuencias económicas negativas. Las ofensivas declaraciones de la dictadura contra España tienden a incidir en la Unión Europea. A la vez, se mantiene el retiro de los embajadores de México y Argentina, y recientemente de Colombia.
Lamentablemente, en la medida que transcurra el tiempo se irá agotando la frontera que separa las sanciones individuales de las que afectan a Nicaragua en su conjunto. Lo estamos viendo con la aprobación de nuevos préstamos en algunas instituciones financieras internacionales, como el BID y el Banco Mundial, con la única excepción del BCIE, cuya capacidad de endeudamiento para prestar a un país como Nicaragua no es ilimitada. Aunque aún se mantienen los desembolsos de esas instituciones, en la medida que no se aprueben nuevos préstamos menguarán los desembolsos.
Todas las instituciones estatales y la sociedad en su conjunto sentirán esa reducción, y entonces se sentirá más agudamente el aislamiento internacional a que conduce la dictadura de Ortega.
En la agenda internacional, independientemente de lo que Ortega intente hacer nacionalmente, con posterioridad a la farsa electoral de noviembre, lo que estará planteado son nuevas elecciones. Si Ortega piensa que el 7 de noviembre culmina un proceso, la ilegitimidad de ese ejercicio electoral recién iniciará la demanda por elecciones libres y democráticas, como solución pacífica a la crisis nicaragüense.

Economista y analista nicaragüense/Twitter: @mundoj1

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