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También a nosotros nos llegó

Si todos los funcionarios públicos (comenzando por la más alta magistratura) tuvieran ese mismo empeño en el cumplimiento de sus deberes, de la Constitución y de las Leyes, en el respeto a las libertades individuales y a los derechos humanos, ¡qué maravilloso país tendríamos!

Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

Después de 3 vacunas y de dos años y medio de cuidados, mi esposo y yo, ambos octogenarios, caímos con coronavirus, para preocupación de nuestros hijos, fuera del país en ese momento.


Nuestro médico recomendó llamar al 132 para recibir la información y medicamentos necesarios. Ya nuestro Ángel de la Guarda (Ana María, nuestra nuera) había tomado acción y nos puso en contacto con su médica, especializada en atención a enfermos del virus. Mientras, en el 132 hicieron una larguísima, necesaria y muy puntual entrevista a mi esposo, asegurándole que entregarían las medicinas y antivirales de inmediato. Le llamaron desde un celular del Ministerio de Salud, pidiéndole enviar fotos de su DUI, la receta médica para el antiviral (obtenida de nuestra médica) y el examen de laboratorio mostrando resultado positivo. Así se hizo.


Al mediodía siguiente llegó un panel plenamente identificado a entregarnos dos elegantes paquetes, en forma como de carteritas: uno azul oscuro, impreso en blanco con el escudo, no de El Salvador sino de CAPRES, (el de las estrellitas bailadoras), conteniendo vitaminas, antigripales y similares. Cada cosa, debida y claramente identificada, especificando la forma en que debe tomarse. Y otro paquete igual, color cyan, con la dosis requerida de antivirales: 40 tabletas. Además, una nota del Ministerio de Salud, certificando la cuarentena debida y una hoja con instrucciones detalladas de las medidas a tomar durante el confinamiento.

Cinco días después, caí yo. Siempre con la ayuda de Ana María y de nuestros médicos, llamé al 132. Largo interrogatorio, espera en línea y la respuesta: recibiría las medicinas pero no el antiviral, debido a mi leucemia. De inmediato consultamos a nuestro médico, quien opinó que, precisamente por mi situación, necesitaba el antiviral. Llamé de nuevo al 132 explicando el caso a una amable señorita, quien me informó que ya habían girado la orden de darme solamente “el kit azul”, pero que consultaría a la doctora de turno. Me pidió el nombre y teléfono de nuestro médico, explicando que me llamarían después. Y lo hizo quien se identificó sólo como “la médica de turno”, confirmando que me enviarían también el antiviral, tal como mi caso lo requería. Y así fue.


Pero la atención no terminó allí. Diariamente han llamado del Ministerio de Salud para inquirir sobre nuestro estado, respondiendo un formulario muy completo. Y lo han hecho no solamente de manera muy profesional, sino con mucha amabilidad y empatía, lo que resulta admirable, pensando en las decenas de llamadas que realizarán al día.
Hoy, gracias a Dios, a nuestro Ángel de la Guarda, a nuestros médicos personales, a la eficacia de las medicinas proporcionadas por el Ministerio de Salud y al profesionalismo, entrega y cumplimiento del personal de ese Ministerio, mi esposo fue dado de alta y yo estoy en recuperación.

Escribo esto con dos objetivos: uno, hacer conciencia de que el virus sigue, que aún con vacunas y cuidados puede contagiarnos y que, aunque sea catalogado como “leve”, es sumamente molesto e incapacitante. Y dos, agradecer al personal del Ministerio de Salud su encomiable labor. Si todos los funcionarios públicos (comenzando por la más alta magistratura) tuvieran ese mismo empeño en el cumplimiento de sus deberes, de la Constitución y de las Leyes, en el respeto a las libertades individuales y a los derechos humanos, ¡qué maravilloso país tendríamos!


Empresaria.

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