Covid 19: Y ahora el previsible choque social y económico

Volver al nivel económico del periodo antes del COVID 19 exigirá tiempo. La reconstitución de las cadenas de producción de suministros será larga.

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Por Pascal Drouhaud

2020-04-26 8:17:59

Varias semanas después de que la mitad de la población mundial se mantiene bajo medidas parciales o completas de contención contra la pandemia del COVID-19 se está perfilando un choque social y económico. Hoy en dia, son 100 los países sometidos a estas medidas.

El Fondo Monetario Internacional prevé un retroceso del producto interno bruto de 3% en 2020. A título de comparación, durante la crisis financiera de 2008-2009, había bajado de 1.7%. Intercambios comerciales quebrados, aumento del desempleo, aceleración de la pobreza con las personas más vulnerables.

Lo Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtió que podrían ser mil millones de personas las que van a sufrir directamente, de la caída de la actividad económica. Entre 6 y 8 % de la población mundial podría volver o caer en la pobreza. Los países que tienen poca o ninguna protección social son los primeros afectados: las mujeres, los menores serán la parte de la población más impactada. La UNICEF acaba de advertir que los riesgos de abuso y explotación de menores “son más altos que nunca”.

En los países en desarrollo pueden ser de 60 hasta el 90% la población que trabaja en el sector informal. La paralización de los flujos comerciales constituye una baja completa de recursos. Esta situación es un revelador de la fragilidad social en varios países. Y por cierto, la pobreza mata. Ya sabemos que ser pobre reduce la esperanza de vida.  El acceso a la asistencia de salud es imposible. La pobreza debilita físicamente. Que sean en varios países en vías de desarrollo o en sectores sociales incluso en países industrializados de los más importantes, las desigualdades van a aumentar. Las diferencias entre las categorías sociales se reforzarán aun después de la crisis que vivimos.

El temor de la contaminación paraliza las decisiones en favor de una reanudación de las actividades económicas: paraliza el sistema escolar, ralentiza la reapertura de las fábricas . Es decir que el choque social y económico hace parte de un todo: pedagogía, acompañamiento de la población en el proceso de salida del periodo de contención constituyen elementos del proceso. Volver al nivel económico del periodo antes del COVID 19 exigirá tiempo. La reconstitución de las cadenas de producción de suministros será larga.

Reconstruir supone también un poder de la fuerza pública para tranquilizar la población. Se mantiene así una unidad nacional, un objetivo compartido y llevado en común, que sea al nivel social como político. Las frustraciones y el sentimiento de injusticia que surgen en este periodo de contención pueden provocar olas de violencia y protestas poniendo en tela de juicio la propia organización política. Se tiene que prevenir este proceso.

Pero hoy en día, la urgencia consiste en prevenir el grave impacto sobre la economía mundial. Las bolsas cayeron desde marzo pasado; el precio del barril de petróleo sigue bajo; el desempleo aumenta cada semana. A pesar de la interconexión global y en nuestra era de la tecnología numérica, nuestras sociedades no estaban preparadas en una paralización de las actividades económicas para varias semanas. Desde ya sabemos que los daños van a exigir por lo menos meses sino varios años, para que volvamos a la “normalidad” del mundo “de antes”.

El Programa Mundial de Alimentos advierte que podrían ser 265 millones de personas amenazadas por una hambruna en regiones que no se pueden ofrecer el lujo de abastecerse. La baja de las remesas pueden reforzar estas tendencias pesimistas: Somalia, Haití, países de África del Este que sufrieron hace poco de una escasez de producción provocada por una plaga de langostas, como lo fue en Etiopía, Eritrea, Uganda y Kenia este principio de año.

Además de esta realidad, el COVID 19 aceleró la conciencia de las desigualdades entre países. No son todos que pueden, como en Europa o en los Estados Unidos, anunciar planes nacionales de apoyo a sectores de la economía. El “Cares Act”, firmado fin de marzo pasado por el presidente Trump, lleva sobre 2300 mil millones de dólares con el compromiso de la Reserva Federal. En Europa, además de inyecciones masivas de los Estados en los circuitos económicos, la Unión Europea está encargada por sus 27 miembros en preparar un plan en las próximas semanas; por cierto, el presupuesto de la Unión, el apoyo del Banco Central europeo tanto como instrumentos como lo pueden ser el mecanismo europeo de estabilidad o el Banco Europeo de Inversión ofrecen posibilidades para esperar, a pesar de todo, una inyección financiera en la economía. Fondos de socorro de la zona euro, fondos de garantía para las empresas y apoyo a las poblaciones afectadas por el desempleo parcial constituyen pilares de la solidaridad europea.  Pero ¿qué pasa con regiones donde el Estado no dispone de tantos medios o están sufriendo de una falta de solidaridad regional? Por cierto, se están anunciado cancelaciones de deudas externas pero tendrán que ser mucho más fuertes las medidas tomadas para evitar un catástrofe económica que resultara de un choque provocado por la pandemia.