La otra pandemia, la de hambre

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Jugadores de Juventud Independiente fueron parte de los beneficiados. Foto EDH / Cortesía

Por Manuel Hinds

2020-04-23 7:23:26

Mucha gente parece irse acostumbrando a la idea de que vamos a estar en cuarentena para siempre. Sin pensarlo bien, han aceptado que hay una disyuntiva fatal entre dos objetivos: o se salva la vida de la gente, o se salva la economía. Esta gente no ha caído en la cuenta de si no hay producción no hay consumo. Y tampoco han entendido que estamos comiéndonos las reservas y que si no se producen nuevas vamos a entrar en problemas mucho más serios que los que tenemos ahora. Y que esos problemas van a afectar no sólo su bolsillo sino también su salud y sobrevivencia.
Es con mucha trepidación que escribo sobre este tema porque no quiero contribuir al pánico, que es el arma más poderosa que ha estado esgrimiendo el Presidente para ir desmontando los pesos y contrapesos democráticos que obstaculizan su avance hacia el poder total. Es un arma falsa porque descansa en una premisa que no es cierta: que las dictaduras son las que mejor pueden manejar una crisis porque en ellas una sola persona toma todas las decisiones y eso las vuelve rápidas y efectivas. Es al contrario. Las dictaduras son las peores y por exactamente la misma razón: la pandemia es un problema complejo afectando una sociedad compleja, y el tener a una sola persona tomando todos los miles de decisiones requeridas por esa complejidad vuelve imposible que se tomen todas las que son necesarias, y que las que se tomen sean las más adecuadas.
Esto lo demuestra esta pandemia. El gobierno no ha realizado las preparaciones que son necesarias para enfrentarla, como entrenar y dar el equipo necesario para que la primera línea de defensa pueda enfrentarla, médicamente y en servicios públicos; o como definir protocolos de la manera en la que se van a tratar los casos (¿ha oído usted cuales son las instrucciones que los equipos médicos deben seguir al tener casos?); o como instalar hospitales de campaña para atender directamente el coronavirus; o como asegurar que los albergues no sean centros de contagio (como la realidad está mostrando que son).
Hay otros miles de aspectos de la crisis que no se han tomado en cuenta porque la disponibilidad de tiempo y conocimientos del Presidente impone un terrible cuello de botella. Las dictaduras solo son eficientes en términos de mandar a capturar gente. Pero cuando se requieren acciones positivas para mejorar a la población, son lo peor que hay. Esto puede verse claramente en un caso importantísimo: la evaluación de los efectos directos de la pandemia y los indirectos que pasan a través de la paralización de la economía.
El Programa de Alimentos de las Naciones Unidas ha dado un golpe de realidad a la concepción que tiene el Presidente de esa relación. David Beasley, el director del programa, advirtió el martes que el mundo está al borde de una pandemia de hambre, que, si no se toman acciones para evitarlas, se convertiría en unos pocos meses en una serie de múltiples hambrunas de proporciones bíblicas. De acuerdo a su reporte, antes del coronavirus había en el mundo 135 millones de personas con aguda falta de alimentos. El programa estima que esta cifra pude duplicarse por la disrupción que la pandemia, y las reacciones a ella, están causando en la economía, que pueden poner en peligro inmediato de muerte a 130 millones por la falta de alimentación. El coronavirus está amenazando millones de personas mucho más a través de la economía que directamente. Si no hay siembras en El Salvador, habrá hambre. Si el resto de la economía no puede apoyar a la agricultura con sus bienes y servicios, no habrá siembras. Así es como llega el hambre.
Esta relación es obvia. Pero si todas las decisiones tienen que ser hechas por una sola persona, y esta persona cree que lo único que hay que hacer para dominar la pandemia es encerrar a la gente, y que los que insisten en que hay que prestarle atención a la economía son gente que quiere matar a la población, el aspecto económico estará subestimado en los cálculos del gobierno, por mucho que anuncie planes improvisados para atenderlo. Estaremos abiertos a esa amenaza peor que el coronavirus: el aumento de pobreza y la posibilidad de una hambruna, con consecuencias mucho peores para el pueblo salvadoreño. Todavía hay tiempo de evitarlo.

Máster en Economía

Northwestern University