Contra la estupidez: la solidaridad

Lo esencial es que cada uno de nosotros sea solidario, para evitar que la pandemia se ensañe con el país, sobre todo que los más afectados serían, como siempre, lo más pobres: no es tiempo de buscar culpables, pero ya tendremos ocasión de examinar —todos, incluyendo al Gobierno— las lecciones aprendidas.

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Foto EDH / Lissette Lemus

Por Enrique Anaya

2020-03-24 8:35:58

PUESIESQUE…a Einstein le atribuyen esta frase: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”. En esa misma línea de pensamiento, un capítulo de “21 lecciones para el siglo XXI”, de Harari, se titula: “No subestimemos la estupidez humana”.
Parece que la crisis que actualmente padecemos —de inimaginable impacto, tanto en el ámbito de salud como en sus consecuencias sociales y económicas— nos demuestra la certeza de las frases de Einstein y de Harari.
Como expresión de la estupidez están esas personas desconsideradas que no observan las recomendaciones o, según el caso, las restricciones de movilidad, y los que llegan incluso al criminal desprecio a su propia vida, la de su familia y la de su comunidad. Por ello, recordemos que TODOS estamos obligados a cumplir las indicaciones sanitarias: quédense en casa; lávense las manos (varias veces al día); no se anden tocando la cara; no le den la mano a nadie; nada de abrazos y besitos (menos a la abuelita, que la van a infectar y ella es población en riesgo); potencien el teletrabajo; etc..
Otra expresión de la estupidez son esos Torquemada del siglo XXI, que se atreven a cuestionar, juzgar y condenar, ¡sin ninguna prueba y hasta sin motivos!, a los compatriotas que están en cuarentena o están contagiados: esos inquisidores que se la pasan despotricando en redes sociales y difundiendo bulos me recuerdan que la necedad ha sido una constante en la historia de la humanidad, como cuando en Inglaterra, a partir de 1255, se inició un movimiento antisemita, al atribuir a judíos —a través de falsos relatos— el asesinato de un niño en Lincoln, que terminó con la ejecución de 19 personas y, décadas después, con la expulsión de toda la población judía de Inglaterra; o cómo en Massachusetts, en 1692, se suscitó una caza de brujas con los famosos “juicios de Salem”.
La existencia de “fake news” no es algo nuevo, solo que actualmente hay herramientas novedosas para difundir —más rápido y hacia más personas— falsedades y, así, los zafios de este siglo no cuelgan judíos, ni queman mujeres, sino que a través de Facebook, Twitter e Instagram provocan muertes civiles, acaban con prestigios, promueven linchamientos emocionales y escarnios públicos, se la pasan difundiendo mentiras: pobres, les han hackeado la mente.
Frente a esos extremos este es momento de abandonar el lenguaje de guerra y de zozobra, de dejar de practicar una absurda politiquería —y los primeros deben ser los líderes políticos y sociales, empezando por el Presidente de la República— y, en su lugar, insistir en la SOLIDARIDAD, no solo entre familia, vecinos, amigos y compañeros, sino también entre comunidades y hasta países.
En El Salvador las medidas preventivas iniciales contra la pandemia demostraron su éxito, ya que contuvieron el ingreso del virus por varias semanas y, por ahora, han retrasado la expansión del mismo, así que no debemos ser viles y hemos de reconocer el acierto práctico de las medidas iniciales.
Hoy, entonces, lo esencial es que cada uno de nosotros sea solidario, para evitar que la pandemia se ensañe con el país, sobre todo que los más afectados serían, como siempre, lo más pobres: no es tiempo de buscar culpables, pero ya tendremos ocasión de examinar —todos, incluyendo al Gobierno— las lecciones aprendidas.
P.D.: por cierto, dejémonos de eufemismos o de darnos paja (“cuarentena domiciliar” le dicen a un toque de queda 24/7), y simplemente admitamos que desde el sábado 21 de marzo, a partir de las 9.30 pm., en El Salvador vivimos en una DICTADURA (por ahora, de 30 días).

Abogado constitucionalista