El nuevo frente en la desigualdad mundial

Mientras más se retrase la vacunación universal más oportunidades tendrá el virus de continuar mutando y pudiera desarrollar variantes fuera del alcance de los tratamientos actuales. Con eso todo volvería a comenzar, afectando la salud incluso de los ciudadanos ya vacunados.

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Foto EDH/ Archivo

Por Mario Vega

2021-04-03 9:31:00

Israel es el país que más vacunas per cápita ha inoculado en el mundo. La vacunación masiva ha demostrado ser efectiva para detener los contagios, reducir las hospitalizaciones y evitar las muertes por COVID. Los centros comerciales, mercados, teatros y sinagogas ya están abiertas al público. La experiencia israelí es la más clara evidencia de que el virus puede ser derrotado y la vida puede volver a la normalidad, tal como la vivíamos antes de la pandemia.
A la experiencia israelí se puede sumar también la de Gibraltar, el pequeño territorio al sur de la Península Ibérica, bajo dominio británico, de solo 7 Km2 y hogar de 32,000 personas. Esa región tan chica sirve como modelo de lo que ocurre con la vacunación masiva: habiendo alcanzado una tasa de vacunación del 80% de su población, el uso de mascarilla ha dejado de ser obligatorio. La incidencia de casos ha caído de manera drástica y en la actualidad solamente hay 15 contagios activos. Gibraltar es en la actualidad lo más cercano a la normalidad de la vida.
Lastimosamente esas experiencias son por hoy la excepción, una demasiado limitada excepción. Hay varios países, principalmente en África, donde aún no se ha vacunado a ninguna persona. La brecha en esta nueva desigualdad se establece, de nuevo, entre los países ricos y los pobres. Los países ricos con un 15% de la población mundial han comprado el 60% de la producción mundial de vacunas. Existe una clara discrepancia entre países productores y no productores de vacunas. Pero la brecha no solo es entre países, sino que entre sus ciudadanos. Los menos favorecidos son los pobres en general, los habitantes de asentamientos humanos de miseria, los migrantes, los refugiados, los trabajadores informales, los ancianos solitarios, los indígenas, los discapacitados y muchas mujeres que morirán a la puerta de los hospitales si no se establecen prioridades y campañas para alcanzarles con las vacunas.
El director general de la OMS, Dr. Tedros Adhanom, ha dicho: “Tenemos los medios para lograr una vacunación con equidad, pero la brecha entre el número de vacunas administradas en países ricos versus las donadas por COVAX está creciendo cada día y convirtiéndose en más grotesca”. La vacunación universal es la consecuencia de un derecho humano fundamental como lo es el derecho a la salud. Por esa razón, las vacunas deberían ser declaradas un bien público mundial y asequibles para todos. Si en algún momento se podrá vencer al virus será solamente por la vacunación de no menos de 4,000 millones de personas para que el planeta alcance la inmunidad de rebaño. Como lo ha dicho también la OMS: “No hay seguridad para nadie si no hay seguridad para todos”. Un solo país no inmunizado puede llevar a un bloqueo mundial del tráfico, del comercio y de la movilización de personas. Mientras el virus continúe en las áreas más pobres periódicamente encontrará caminos para regresar también a las ricas.
Mientras más se retrase la vacunación universal más oportunidades tendrá el virus de continuar mutando y pudiera desarrollar variantes fuera del alcance de los tratamientos actuales. Con eso todo volvería a comenzar, afectando la salud incluso de los ciudadanos ya vacunados. Si los países ricos no lo hacen por solidaridad humana, deberían hacerlo porque sus intereses económicos no estarán a salvo mientras el virus no sea derrotado en todos los países, sin excepción.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim