Grandes peligros encierra el plan de cambiar la Constitución

Nuestra Carta Magna, al igual que los esquemas que rigen en las naciones civilizadas, en las grandes democracias, se basa en la moral y la razón, por así decirlo en lo que es honesto y decoroso como en lo que es sensato.

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Sean Conley, médico de cabecera de Donald Trump. Foto agencia AFP

Por El Diario de Hoy

2020-10-08 9:07:04

No existen “nuevas justicias por inventarse” como pretenden los que intentan, al igual que sastres, tallar una “constitución” que acomode las pretensiones del actual desgobernante de seguir desplumando a los salvadoreños por los siglos de los siglos.
La sucia tarea se la han endilgado al opaco y genuflexo vicepresidente, que no tiene las credenciales ni profesionales ni morales para pretender manosear nuestra Constitución.
Con ese fin han montado un coro clamando por “cambios a la Constitución”, por salir del incómodo, para ellos, orden legal que frena sus abusos.
Lo que se busca es eliminar las cláusulas pétreas que impiden la reelección, que mandan la rendición de cuentas de todo funcionario, que garantizan la Sala de lo Constitucional, los controles de la ley de LACAP, los frenos ante las capturas y persecuciones arbitrarias, el saqueo de bienes públicos, el incumplimiento de normas esenciales de convivencia.
La Constitución establece la apoliticidad de las Fuerzas Armadas y es delito, por el que cada quien responde personalmente, que efectivos militares pisoteen esa norma para ponerse al servicio de un mandatario, venderse, traicionar a la República.
Un agente policial es castigado si acepta un soborno para encubrir un delito o hacer desaparecer evidencias; ser sobornado por un mandatario es muchísimo más grave, pues el perjuicio es general, no circunscrito a una barriada o aldea.
Nuestra Constitución, al igual que los esquemas que rigen en las naciones civilizadas, en las grandes democracias, se basa en la moral y la razón, por así decirlo en lo que es honesto y decoroso como en lo que es sensato. No se trata, como pretenden las personas sencillas y, lo más grave, los mesiánicos, que “bueno es lo que me conviene y malo lo que me perjudica”.
Robar la gallina de un vecino es indebido y feo, pero robar sin medida bienes públicos es mucho más grave, pues todos en una nación sufren las nefastas consecuencias, como se refleja en el descalabro económico que las ocurrencias y desmanes del desgobierno han causado, hundiendo en la pobreza a cientos de miles de familias y afectando —lo más grave— a nuestros niños, robándoles su futuro.
El régimen ha degenerado la Televisión Educativa para su propia propaganda, para diseminar discordia, odio, amenazas.

No existen “nuevas justicias” por inventarse ni una moral “obsoleta”

El espíritu de un Orden de Derecho, de la justicia en el sentido de dar a cada quien lo suyo, es el esplendoroso legado del Cristianismo a la humanidad, que hace a cada hombre responsable de sus actos, lo que a su vez parte, como lo señalo el gran pensador alemán Immanuel Kant, de no hacer a otros lo que no quieres que te hagan a ti.
Los principios sobre los cuales se fundamenta nuestra Constitución son esencialmente los mismos que recoge la Estela de Hammurabi, Rey de Babilonia hace tres mil años, el pensamiento socrático y lo que fue norma en la antigua Grecia, el Derecho Romano, la Carta Magna de 1215, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Revolución Francesa, la Declaración de la Independencia de Estados Unidos.
La intención del régimen es establecer una dictadura, montar acuerdos, según se denuncia, con sujetos ligados a mafias internacionales, perseguir a quienes piensan por su cuenta, chantajear productores, inmiscuirse en las cadenas de producción.