Mi país se ha perdido

Trece años después soy yo la que lloro al leer que tendremos una constituyente y un referéndum. Me pregunto cuántos se dan cuenta de que hemos perdido a nuestro país. O quizás saben, pero la verdad, a nadie le importa. O quizás la infinidad de veces que pasábamos de dictadura a junta nos creo ese ADN de que simplemente sobrevivimos.

descripción de la imagen
Foto de referencia, cortesía Policía

Por Carmen Marón

2021-06-14 7:30:54

Nací en un país de cielos de púrpura y oro, hija de un inmigrante y una salvadoreña. Desde pequeña, mi padre me enseñó a amar a esta tierra que lo había recibido y lo había salvado de la dictadura de Franco.
Mi abuelo materno fue ministro de varias carteras durante los tiempos de Hernández Martínez. Una noche, después que el presidente dejó morir a su hijo, mi abuelo le entregó su arma. El General la aceptó, con la condición que mi abuelo viviera exiliado en sus tierras, pues sabía que nunca haría nada contra él. Martínez cayó antes que el exilio de mi abuelo terminara. Años después, nos dimos cuenta de que era el enemigo #36 del dictador. En realidad, todos sus ministros eran enemigos.
Mi tío fue Ministro con Alvaro Magaña, en las épocas de la guerra, cuando eso significaba amenazas. Sólo pregúntenle a mis primos que tuvieron que salir huyendo.
Cuando en 1992 se firmaron los Acuerdos de Paz, yo decidí quedarme. Y lo hice porque pensé que se lo debía al país y a mis antepasados. Asi que enseñé historia y literatura y luego trabajé con proyectos que me llevaron a conocer cantones remotos. Fue tan dura la realidad que vi, que saqué un diplomado en políticas públicas para poder hacer algo por mi país. No creo nunca poder hacerlo.
¿Que hice yo durante los tiempos de ARENA-FRENTE? Se los digo sin pena. Yo me quejé de la dolarización porque no hubo control de precios y hubo inflación. Pero señores, el cambio quedó a $8.75 (fluctuaba hasta $15.00). Quizás no sabían eso, pero nos salvó. Yo dije que la Comisión de la Verdad tenía múltiples vacíos. Me amenazaron por despedirme por apoyar la marcha blanca en tiempos de Paco Flores, me amenazaron con despedirme en tiempos de Mauricio Funes y gente cercana me dejó de hablar cuando dije que era corrupto. Me amenazaron con sancionarme cuando escribí que Hugo Martínez vivía en lalaland; yo fui de las que mandaron a borrar todos los memes de Sánchez Cerén. Ah sí, y me tildaron de comunista y bochinchera porque dije que Monseñor Romero y Rutilio eran santos. Y yo, yo respiré de alivio cuando eligieron a este gobierno. Pensé que el peligro de Venezuela había pasado.
Es por eso que esta noche tengo el corazón roto. Hace trece años, mi amiga Argelia, que era mi vecina, tocó mi puerta llorando “quiero hablar”, me dijo. Me contó que Hugo Chávez acababa de ganar otro mandato y que llamaba a la constituyente y al referéndum. “Me quedé sin país”, me repetía. Yo daba gracias de que estaba en El Salvador. Ella se fue a vivir a Brasil. Logró sacar a su madre, pero el impacto de perder su país nunca la dejó.
Trece años después soy yo la que lloro al leer que tendremos una constituyente y un referéndum. Me pregunto cuántos se dan cuenta de que hemos perdido a nuestro país. O quizás saben, pero la verdad, a nadie le importa. O quizás la infinidad de veces que pasábamos de dictadura a junta nos creó ese ADN de que simplemente sobrevivimos.
Al igual que mi abuelo, yo soy de las que, no por cobardía, sino porque es mi naturaleza, tratan siempre de sacar el país adelante, tratando de ayudar, de apoyar, de señalar lo que está mal, de buscar consenso y diálogo, esperando que una voz haga una pequeña diferencia. Pero mucho me temo que esta noche lluviosa del 13 de junio de 2021 es la noche en que nunca más habrá diálogo en mi país. Duele, duele pensar que volverá a haber dolor bajo los cielos de púrpura y oro.
Educadora, especialista en Mercadeo con Estudios de Políticas Públicas.