OPINIÓN: El origen moral de la tiranía

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Manuel Hinds / Foto Por Archivo

Por Manuel Hinds

2020-08-13 6:40:54

Mientras el presidente sigue atacando los fundamentos de la democracia y el imperio de la ley, la gente se pregunta,  ¿cómo puede ser que la mayor parte de los líderes de la sociedad civil vuelvan a ver hacia otro lado, como si todo esto no estuviera pasando? Es como si no quisieran ni siquiera opinar porque si dijeran lo que piensan la gente les preguntaría con mayor razón, ¿por qué no están haciendo nada?

Este silencio es ominoso porque evidencia el surgimiento del síntoma fundamental que caracteriza a todas las tiranías: el divisionismo que separa a unos de otros, facilitando al tirano dominar la sociedad sin confrontar una fuerza opositora unida. Es un lugar común echar toda la culpa por las tiranías al tirano mismo, como si una sola persona fuera capaz, como en el caso de Stalin, de matar a 20 millones de personas, o, como en el caso de Mao, a 65 millones. Para cometer millones de crímenes se necesitan millones de cómplices. Estos cómplices no sólo son los oficiales de la policía y de las fuerzas armadas sino una población dispuesta a ignorar todo lo que no le afecta a ella, a tratar de quedar bien con el tirano, aunque eso implique el hundimiento de los demás. En este ambiente, cada individuo se enfrenta solo al poder del Estado. Es la vieja historia de Divide y Vencerás.

En su libro “Secondhand Time: The Last of the Soviets”, Svetlana Alexievich, Premio Nobel en literatura, reproduce las palabras de cientos de personas que ella entrevistó sobre la vida en la Unión Soviética. En una de ellas, una mujer también llamada Svetlana cuenta la historia de las denuncias que había llevado a la captura en la época de Stalin de su padre por los comunistas, que subsecuentemente lo hicieron desaparecer para siempre.

“¿Por qué no pusimos un juicio a Stalin? Yo te diré por qué…Para condenar a Stalin tú hubieras tenido que condenar junto con él a todos tus amigos, tus parientes…Nuestro vecino Yuri resultó siendo el que había informado a mi padre. Por nada, mi madre diría. Yo tenía siete años. Yuri nos llevaba a mí y a sus hijos a pescar y a montar a caballo. Él reparaba nuestra cerca. Viéndolo, usted terminaría con una imagen completamente diferente de lo que es un verdugo— sólo una persona promedio, aun una decente…un tipo normal. Ellos arrestaron a mi padre, luego, unos pocos meses más tarde se llevaron a su hermano.

Cuando Yeltsin subió al poder, yo conseguí una copia del archivo de mi padre, que incluía varios reportes de informantes. Resultó que uno de ellos había sido escrito por mi tía Olga…Era difícil para mí, pero pregunté lo que me estaba atormentando a mí. ‘Tía Olga, ¿por qué lo hiciste?’. [Ella contestó] ‘Muéstrame una persona honesta que haya sobrevivido los tiempos de Stalin…Cuando se llega al fondo, no hay tal cosa como maldad químicamente pura. No eran solo Stalin y Beria. Era también tu vecino, y la bella tía Olga”.

La historia del padre de Svetlana, su vecino y su propia hermana es solamente una versión particularizada de lo que es el mundo de las tiranías, y una evidencia más de entre millones que hay de los mecanismos que vuelven posible la tiranía misma. El cinismo mismo de la tía Olga es evidencia de que ella, como todos en esa época, estaban conscientes de la degradación moral de la sociedad tiranizada.

Ellos no podían quitarse el yugo por falta de confianza del uno en el otro, por el miedo de que al tratar de organizarse en contra del tirano alguno de ellos mismos le iba a ir a contar a éste. Esta falta de confianza, a su vez, era el resultado del divisionismo de la sociedad soviética, que había sido formada en la doctrina de la enemistad mutua, del odio, de la lucha de clases en la que el individuo no importaba para nada.

Al no responder a los ataques que el presidente hace a las bases mismas de la democracia y el imperio de la ley, los salvadoreños que están conscientes de lo que está haciendo están actuando ya dentro del aislamiento fatal que es lo que permite que un individuo divida totalmente a la sociedad e imponga su voluntad sobre todos los demás.

 

Máster en Economía
Northwestern University