El mundo de las no-cosas

Esos medios virtuales que iban a democratizar la cultura, a posibilitar la verdadera libertad civil de los usuarios, a dotar de voz a los sin voz… han terminado siendo grilletes dorados

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Ramírez se dirigía a su casa en el Canton Guadalupe, Apopa. Foto EDH/ Francisco Rubio

Por Carlos Mayora Re

2022-01-28 5:45:35

Vivimos una época que se caracteriza por “la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. No son las cosas, sino la información, lo que determina el mundo”, tal como ha señalado Byung-Chul Ang, filósofo alemán de origen coreano, en un libro publicado recientemente y titulado, precisamente, “No-cosas. Quiebras del mundo de hoy”.
Según él, todos los seres humanos construimos el mundo (cada uno su mundo) edificando el propio entorno por medio de la adjudicación de significado a las cosas con las que utilizamos, poseemos y nos relacionamos; de tal manera que desde el hogar hasta el país donde vivimos, resultan llenos de cosas en las que nos reflejamos, hallando allí nuestra propia historia y dotando de significado el mundo en que habitamos.

En su libro, el autor desarrolla una idea que puede ayudarnos a comprender bastante de lo que nos está pasando; concretamente, señala que la realidad de cada uno, el modo como se relaciona con lo que le rodea, debido al exceso y a la fugacidad de la información a la que todos estamos expuestos, paulatinamente se va vaciando de cosas llenándose de información, de datos inconexos, fugaces y desordenados, conviviendo sin darnos cuenta en un mundo repleto de una especie de cadáveres sin alma (las no-cosas) por obra de a la digitalización que desmaterializa y “descorporeíza” todo.

Entonces, en lugar de guardar significados y recuerdos, almacenamos datos. Información que ni siquiera conservamos en nuestra memoria, sino en medios digitales… de modo que con tremenda facilidad la súper abundancia de datos sustituye el verdadero conocimiento, la información falsea no solo el significado de los hechos, sino los hechos mismos (fake news…); y, debido a la desconexión de cada uno con lo que pasa, y con lo que le pasa, debido al distanciamiento de la conciencia personal respecto a las cosas, somos enormemente proclives a ser engañados por quienes dotan de significado lo que sucede, o lo que nos hacen creer que sucede.

Es una condición peligrosa, pues debido a nuestra dependencia de la sorpresa y de la novedad, ahora somos fácilmente manipulables: no hemos terminado de asombrarnos por algo, cuando estamos esperando otra novedad que satisfaga nuestra avidísima capacidad de estar entretenidos, “informados”, sacudidos emocionalmente. Al final, vivimos en un permanente estado de expectación y terminamos por vaciar de significado y de sentido lo permanente, lo sólido, las cosas que constituyen nuestro mundo. Todo porque nos habituamos a entender la realidad como una fuente inagotable de sorpresas, y no como algo extrínseco a nosotros mismos que da sentido no solo a lo que hacemos, sino, principalmente, a lo que somos.

Como cazadores de novedades, de información, de “hechos, nos volvemos ciegos ante lo importante y solo tenemos ojos para lo estrambótico. Incluso lo habitual, lo de todos los días nos parece aburrido, gris, sin sentido; y somos incapaces siquiera de comprender que las relaciones personales de todos los días, la interacción con lo común y corriente, el esfuerzo que implica cumplir cada jornada con el propio deber, es lo que nos va construyendo como personas y haciéndonos capaces para habitar el mundo,porque con nuestra interacción conciencia-cosas, desentrañamos el sentido de todo, simplemente, porque las cosas nos anclan al ser; evitando que vivamos a la deriva, a merced de no-cosas fugaces y volátiles.

Los verdaderos “influencers”, los que manejan los hilos del mercado y de la opinión pública, los que dictan cuál debe ser el clima emocional predominante para sacar provecho económico o político de la manipulación, conocen perfectamente esto, y actúan en consecuencia. Sacando el mayor provecho de una tremenda paradoja: esos medios virtuales que iban a democratizar la cultura, a posibilitar la verdadera libertad civil de los usuarios, a dotar de voz a los sin voz… han terminado siendo grilletes dorados, imperceptibles para aquellos a quienes aherrojan.

Ingeniero/@carlosmayorare