Comiendo aromas: la banalidad de la política

Lo llamativo del discurso presidencial ante la ONU es, pues, que nos sirve como ejemplo de la banalidad como característica dominante y constante de la política actual

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Paty Chapoy asegura que María Celesto tiene un pacto con Sara, la hija menor de José José. Foto EDH / Fotocaptura

Por Enrique Anaya

2019-10-01 9:33:55

PUESIESQUE…el discurso del presidente salvadoreño en el 74º período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) me recordó una escena del show del comediante Leo Harlem, en la cual cuenta, en tono sarcástico, cómo funcionan esos “restaurantes” de “aromas que se comen”: te ponen enfrente un plato de comida, tú solo lo puedes oler (no puedes ni tocar), te ponen otro plato, tú sigues oliendo (para que no te vayas con hambre), y después te dicen que como ya “comiste olores”, te pasan una cuenta que asusta, pero tú sales feliz pensando que eres “very nice y cool”.

Pues a ese cuento de Leo se parece el discurso presidencial: banalidad…y con ello me refiero a la definición que aparece en el Diccionario de la Real Academia Española, que nos indica que banal es lo “trivial, común, insustancial”.
¿En verdad piensa alguien que tomarse una “selfie” en un salón casi vacío de la ONU constituye un cambio histórico?… Hacer eso en 2019 es una minucia insignificante (para ponerme a tono con el estilo tautológico de las comunicaciones estatales).

¿Acaso es novedad referirse a la importancia de las comunicaciones electrónicas?… En 2019, tal aseveración es simplemente una obviedad, sin trascendencia alguna.

Lo llamativo del discurso presidencial ante la ONU es, pues, que nos sirve como ejemplo de la banalidad como característica dominante y constante de la política actual: lo que importa no es la sustancia, ni siquiera la forma, sino que únicamente debe atenderse la apariencia, la imagen…por ello, para algunos el contenido no es importante (sean honestos: ¿cuántos escucharon completo el discurso del presidente?), pues lo esencial es la foto, la pose, el postureo.
Por supuesto, el predominio de la banalidad en la política no es, para nada, ni algo novedoso, ni se trata de un invento salvadoreño, pero no me deja de llamar la atención que lo insustancial se está convirtiendo, día a día, cada vez más, en el núcleo de la política.

Y es que, por el rumbo que vamos, parece que en el futuro deberemos reinterpretar el requisito constitucional que para ser diputado o presidente de la República debe contar el candidato con “instrucción notoria”, pues este requisito se entendía como indicativo de al menos una formación académica (así fuere muy elemental o básica), o un acreditado caudal de conocimientos…pero eso está cambiando.

Así como van las cosas, asemeja que el futuro ya no será necesario que los candidatos a diputado o presidente ni siquiera sepan leer o escribir y que para cumplir con la exigencia constitucional de “instrucción notoria” será suficiente hacer el curso on line “cómo hacerse la selfie perfecta”: bastará que alguien sepa cómo tomarse una foto, cómo mirar a una cámara, contratar un CM (vaya, pues: el community manager, que es el encargado de las comunicaciones digitales de una persona o una empresa) y contar con un equipo de publicistas y de troles… quizá así serán nuestros futuros diputados y presidentes.

¿Que estoy dramatizando? Para nada. Todavía más: ahora entiendo cuando una diputada amiga de ustedes asegura que “nuestra Constitución no pide ADN para ser diputado”…¡Vaya!: y yo que pensaba que para ser diputado había no solo que estar vivo, sino que debía ser persona humana (recordemos que ADN es el ácido nucleico que contiene la información genética en todos los seres vivos)…así que nos están anunciando que vienen diputados sin ADN…de esos que estarán en la Asamblea Legislativa solo para apretar un botón (aunque seguro pedirán votar a través de una aplicación móvil, para evitar el tráfico).

Abogado constitucionalista.