Combatir todo espíritu de intolerancia y odio

Consta en las actas y documentos de esa conferencia que el representante salvadoreño, Manuel Castro, expresó su completa adhesión a la proscripción de la propaganda de guerra y del odio a la violencia; el delegado de Honduras reconoció que hubiera sido útil que cesara esa propaganda a efecto de resolver el conflicto

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Aficionados atacaron con petardos a un árbitro asistente en la vuelta de la segunda ronda clasificatoria a la UEFA Europa League en Craiova, Rumania. Foto/Captura de pantalla

Por Carlos Domínguez

2019-08-01 6:43:58

Uno de los aspectos poco mencionados de la efeméride del Cincuenta Aniversario de la Guerra entre El Salvador y Honduras fue cómo se llegó al fin de las hostilidades, bajo la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA). Historiadores locales apuntan a que la confrontación fue alentada por el uso de mecanismos que magnificaron las acciones tanto de uno como de otro gobierno, y que a su vez se remontan a acciones iniciadas a comienzos de los Años Treinta.

Se llegó a un punto en el que las imágenes del vecino fueron “demonizadas y deshumanizadas”, escribió Carlos Pérez Pineda, quien en retrospectiva plantea que la difusión de feroces discursos nacionalistas evidencia la superficialidad de la idea del unionismo centroamericano en la conciencia colectiva.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos recomendó en agosto de 1969 a los gobiernos de El Salvador y Honduras que requieran de la prensa y de la radiodifusión el cese de toda propaganda que induzca a actos de persecución, o que genere el temor de que tales actos puedan producirse. En el caso de que espontáneamente tales medios de comunicación no cesen en su propaganda estimulante del desorden, uno y otro gobierno habrán de adoptar las medidas conducentes a ese fin que sean autorizadas por las disposiciones constitucionales que los rijan.

En noviembre de ese año, en la Conferencia Especializada Interamericana en Derechos Humanos, que dio paso a la Convención Americana, al discutir el contenido del artículo 13, los delegados de El Salvador y Honduras admitieron que aquellas acciones avivaron el conflicto.

Consta en las actas y documentos de esa conferencia que el representante salvadoreño, Manuel Castro, expresó su completa adhesión a la proscripción de la propaganda de guerra y del odio a la violencia; el delegado de Honduras reconoció que hubiera sido útil que cesara esa propaganda a efecto de resolver el conflicto. La admisión de tal efecto en aquél conflicto llamado Guerra de Legítima Defensa por El Salvador; Guerra de las 100 horas, por Honduras; y la guerra del fútbol por el periodista polaco Richard Kapuchinsky, fue plasmada en el numeral 5 del artículo 13 de la Convención Americana de Derechos Humanos: “Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional”.

Tal recomendación fue formulada, pese a que ya la entonces vigente Constitución de 1962 establecía en el artículo 197 que “la educación debe tender al pleno desarrollo de la personalidad de los educandos para que presten a la sociedad una cooperación constructiva; a inculcar el respeto a los derechos y deberes del hombre; a combatir todo espíritu de intolerancia y de odio y a fomentar el ideal de unidad de los pueblos centroamericanos…”.

La Carta Magna de 1983 establece como fines de la educación “lograr el desarrollo integral de la personalidad en su dimensión espiritual, moral y social; contribuir a la construcción de una sociedad democrática más próspera, justa y humana; inculcar el respeto a los derechos humanos y a la observancia de los correspondientes deberes; combatir todo espíritu de intolerancia y de odio; conocer la realidad nacional e identificarse con los valores de la nacionalidad salvadoreña; y propiciar la unidad del pueblo centroamericano”. (Artículo 55).

Medio siglo después, ¿cuánto hemos avanzado como país para combatir tal espíritu de intolerancia y odio, no solo hacia otras naciones, sino como sociedad?

Periodista