Más que lo escrito

Las leyes de tránsito demasiado punitivas pueden inducir a corrupción policial, pues ante la perspectiva de una pena muy severa el soborno es más alto, más fácil y tentador. Sería ingenuo pensar que todos los agentes se guían sólo por el deber y que no pueden ser sujetos a la tentación. Por supuesto que existen honrosos casos de agentes muy honestos, pero el riesgo es alto y las consecuencias muy dañinas.

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Un pandillero  fue asesinado esta tarde a tiros al final del pasaje 1 de la comunidad La Labor 1 de Soyapango. Foto EDH/ Jessica Orellana

Por José María Sifontes

2021-10-29 6:16:17

La Filosofía del Derecho es una de las ramas más complejas de estudio y hasta los abogados mejor preparados han tenido dificultad para asimilar algunos puntos. Las leyes norman la conducta de los individuos en la sociedad, prohibiendo algunas y permitiendo u obligando a otras. El legislador crea las leyes, los ciudadanos las obedecen, y los jueces determinan si se han transgredido. En este último punto hay que tener mucho cuidado pues entra en juego la ley propiamente dicha y su espíritu, es decir, la intención que se perseguía al formularla. El juez puede aplicar una ley basándose sólo en su redacción o puede usar su sano juicio y tomar en cuenta las circunstancias en que un hecho ocurrió. Ya que el fin es impartir justicia la sabiduría del juez es un elemento esencial. Dicha sabiduría no es asequible a todos, se adquiere con la experiencia, se determina por el carácter y se perfecciona con el estudio.

Al formular una ley deben observarse sus efectos pues a veces el resultado es exactamente lo opuesto a la intención inicial. Los legisladores novatos frecuentemente creen que la simple formulación de una ley resolverá automáticamente un problema social. Creen también que al hacer más drástica la pena el poder de disuasión será mayor. Las cosas no son tan sencillas. La Criminología abunda en ejemplos de leyes que se vuelven contraproducentes, que empeoran en lugar de resolver una situación. Y es que también es frecuente que se hagan leyes con intenciones oscuras o que se hagan por ser políticamente correctas. Pongamos algunos ejemplos. Las leyes que protegen a la mujer han tenido sin duda intenciones muy buenas, su propósito es de disminuir los abusos que contra ellas se cometen. Pero al hacerlas muy extremas, comúnmente con elementos de sesgo, se prestan a abusos. Con demasiada frecuencia se observa que son utilizadas para hacer chantaje y manipular. Si el peso de un cuerpo de leyes se inclina demasiado hacia un lado el abuso se vuelve un problema.

Las leyes de tránsito demasiado punitivas pueden inducir a corrupción policial, pues ante la perspectiva de una pena muy severa el soborno es más alto, más fácil y tentador. Sería ingenuo pensar que todos los agentes se guían sólo por el deber y que no pueden ser sujetos a la tentación. Por supuesto que existen honrosos casos de agentes muy honestos, pero el riesgo es alto y las consecuencias muy dañinas.

Hace como un mes leí en el periódico que un joven de 19 años había sido condenado a veinte años de prisión por haber tenido relaciones sexuales con una menor. No conozco más detalles del caso, pero me hago la pregunta si existían atenuantes, por ejemplo, si eran pareja sentimental y si la edad de la víctima era, por ejemplo, 17 años. Si se trató de una violación la pena puede ser justa, pero si estos atenuantes existían me parece excesiva. Este joven saldrá de prisión a los cuarenta años. Una vida echada a perder.

Por razones como las que he citado es que se vuelve muy importante que haya buenos legisladores, que discutan a profundidad sus propuestas de leyes, que se informen de los efectos que han tenido en otros países, y lo más importante, que no asuman su poder con arrogancia, creyendo que lo saben todo. De los jueces se espera sabiduría, que vayan más allá de la ley escrita, y que busquen su espíritu.

Médico Psiquiatra.