Época

“El nombre es Bond, James Bond”. Con ese personaje, Connery se agenció, primero, la admiración del mundo; luego el merecido dinero que tan peculiarmente había ayudado a generar y, finalmente, el respeto de su nación desde que, en el año 2000, fuera nombrado formalmente Caballero (Knigth Bachelor) por Su Majestad la Reina

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La nueva presentación del Barcelona de Koeman. / Foto EDH / Sport

Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo

2020-11-06 6:13:16

Por los dolidos mensajes en redes sociales me enteré que había muerto. Esas personas mayores de 50 años se mostraban muy dolidas, como si estuvieran perdiendo a alguien cercano a ellas. Me informé luego que murió el viernes, en su casa, mientras dormía. Apaciblemente y en su propia cama. Retirado de las luces, las cámaras y sus seguidores. Fue su propia esposa quien dio la noticia; informó también que durante los últimos tiempos él había estado padeciendo demencia senil. “Ya no era vida para él. Últimamente era incapaz de expresarse por sí solo. Al menos murió mientras dormía y fue muy pacífico. Estuve con él todo el tiempo y simplemente se apagó. Es lo que quería, irse sin hacer ruido”. (Le habrán rezado a San José, el patrono de la Buena Muerte, pensé para mí).
Quedé sorprendido al conocer que el hombre ni siquiera terminó la secundaria por la pobreza de su familia, explicación primera para la deserción escolar y trabajo infantil en todo el mundo. Abandonó la escuela a los 13 años para desempeñar las más diversas labores: repartidor de leche, conductor de camiones, pulidor de ataúdes, peón de granja, modelo para artistas plásticos, futbolista, tramoyista de teatro. Los últimos dos trabajos lo pusieron en la encrucijada de su vida: al mismo tiempo que le ofrecían jugar profesionalmente para el “Manchester United”, ya sentía pasión por el teatro. Decantarse por lo último fue, en sus palabras, “…una de las movidas más inteligentes de mi vida”. Empezó con papeles secundarios en películas que desnudaron su necesidad de educarse: tomó clases de dicción y empezó a leer autores serios. Su oportunidad llegó cuando lo escogieron para representar a un agente secreto al servicio de Su Majestad. El personaje demandaba que fuera fuerte y rudo, ágil y varonil, pero también debería comportarse como alguien que no era aún: un caballero fino, elegante, atractivo y seductor. Todo lo aprendió bien. Una nota periodística lo retrató diciendo que “…cuando aparecía en la pantalla vestido de smoking, era el personaje que todos los hombres querían ser y todas las mujeres deseaban tener”.
Sean Connery se convirtió en el ícono masculino de esos años bipolares vividos desde que medió el siglo pasado: “Guerra Fría” entre las potencias, pero tibia o caliente para las periferias; etapas de vida nítidamente diferenciadas: niñez, adolescencia, madurez y vejez; los tipos buenos, buenos y los malos, malos; masculinos los hombres y femeninas las mujeres; se trabajaba rutinaria y duramente en el lugar de trabajo, en sus hogares las personas vivían, descansaban y se ocupaban de la familia; se bebía en bares, fiestas, aviones y altas oficinas, pero se fumaba en todos lados; las compañías y sus ejecutivos se dedicaban a los negocios (incluidos los sucios) mientras los gobernantes mandaban en los países; el sexo, socialmente más aceptado para hombres que para mujeres (si bien aquellos buscaban a éstas), se mantenía siempre en una esfera íntima, sin inundarlo todo; el arte expresaba y hacía culto de la belleza; la música tenía melodía, armonía y ritmo, las letras de las canciones eran significativas y memorables. El tiempo discurría, como en tiempos de pandemia, más lento; los fines de semana eran diferentes de los laborables días de semana. No podría afirmar que fue un tiempo mejor, pero sí creo que vivir era más fácil. Por eso intuyo que esta muerte ha dolido tanto a tantos: el execrable reggaetón advertía una época distinta, la muerte del ícono simboliza el ineludible final.
“El nombre es Bond, James Bond”. Con ese personaje, Connery se agenció, primero, la admiración del mundo; luego el merecido dinero que tan peculiarmente había ayudado a generar y, finalmente, el respeto de su nación desde que, en el año 2000, fuera nombrado formalmente Caballero (Knigth Bachelor) por Su Majestad la Reina, a quien su personaje sirvió con honor y valentía con la licencia para matar que le había sido otorgada literariamente. Mis flamantes colegas harán bien en ver la saga del agente Bond para entender mejor los patrones de masculinidad y femineidad en los que fueron educados hombres y mujeres que han poblado la tierra antes que ellos, jóvenes bisoños.
Sir Thomas Sean Connery logró desembarazarse de Bond, su personaje, tanto en su vida artística como en la vida real. El hombre que pudo tener a las muchas que habrían querido gozarlo y presumirlo, escogió ser feliz y fiel (después de un último affaire en 1980) al lado de su segunda esposa, la pintora Micheline Roquebrune, “la verdadera Chica Bond”, con quien se casó en 1975. Esa época ya pasó. Baste señalar que es el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, la figura pública que más se asemeja al personaje.
He brindado por esa época y por su ícono con un par de bien fríos gin martinis “shaken, not stirred” .

Psicólogo / psicastrillo@gmail.com