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G20: muestras de alivio de tensiones de EE.UU.-China

Sin duda, la reunión entre el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y su homólogo de la República Popular de China, Xi Jinping, ha sido uno de los momentos más impactantes para las relaciones internacionales actuales.

Por Pascal Drouhaud
Politólogo, presidente LATFRAN

La cumbre del G20, que acaba de tener lugar en Bali, Indonesia, abordó los temas de la actualidad internacional puesta bajo tensiones: Ucrania, las consecuencias comerciales de dicho conflicto, cambio climático, etc. Los temas son numerosos tanto como los encuentros bilaterales y multilaterales cruzados no faltaron.


Sin duda, la reunión entre el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y su homólogo de la República Popular de China, Xi Jinping, ha sido uno de los momentos más impactantes para las relaciones internacionales actuales.


Había urgencia de mandar señales de “una desescalada” entre ambas potencias, cuyo objetivo consiste en definir un marco de la competencia inscrita en la realidad económica mundial. La pantalla de fondo sigue siendo impactada por el conflicto en Ucrania y sus consecuencias en materia de seguridad y comerciales. El riesgo de escalada existe: hace pocos días, la caída de un misil en Polonia y cerca de la frontera con Ucrania provocó un examen muy acertado para analizar el nivel del incidente y el grado de intención en impactar un país miembro de la OTAN. La investigación reveló que no hubo intención rusa y más bien podía ser un material de las defensas ucranianas que cayó en Polonia. Es decir, que no se activó el artículo 4 de la alianza militar.


Esto significa que se podía instalar un medio ambiente de seguridad correspondiendo a una degradación de situación. Prioridad fue dada a entender la situación, adaptarse al contexto, graduar la respuesta. Evitar una mecánica que puede llevar a lo peor.


En las relaciones entre China y los Estados Unidos, los riesgos de incomprensión mutua o de tensión tampoco faltan. El encuentro entre ambos mandatarios recordó que el tema de Taiwan es central para ambos países y la región del Pacífico. Pero sin duda, apareció una voluntad de estabilizar el diálogo bilateral para tranquilizar la región indo-pacífica, fuente de varias crisis estas últimas semanas: Taiwan, misiles disparados por Corea del Norte, Japón, Corea del Sur, voluntad de Australia en dotarse de un potencial renovado de submarinos, situación en Mar de China. El presidente Xi empieza un nuevo periodo después que el último congreso del Partido Comunista le haya confirmado su posición.


Por cierto, Xi Jinping hizo de Taiwan una prioridad para los próximos años. En la apertura del congreso, afirmó que “China trabajará con la más grande sinceridad y esfuerzos para una reunificación pacífica ( …) y se reservaba la posibilidad de tomar las medidas necesarias”. Por su parte, Joe Biden afirmo que “Washington defenderá Taiwan si un ataque tenía que producirse”. Los temas ligados al calentamiento climático vuelven a ser centrales para la economía china: más importante emisor de gas a efecto invernaderos, China se ha vuelto estos últimos 10 años el primer inversionista mundial de energía con fuente eólica y solar, pero queda por el momento muy dependiente de la producción fósil.


A la par de esta realidad, la posición china sobre Rusia entró en una fase de graduación: aliado histórico, China guardó una posición prudente sobre el conflicto. El 21 de septiembre pasado, Beijing salió de su posición de reserva llamando Rusia a “un cese de fuego”. En la Asamblea General de la ONU, el propio canciller llamó “todas las partes involucradas a impedir que la crisis se desborde”. La traducción en Occidente ha sido inmediata: la línea roja que Rusia no puede sobrepasar es lo nuclear.


Es este contexto global en el cual se inscribió el encuentro de Bali: la tonalidad cuenta. Apareció constructiva aunque las posiciones quedaron, no podía ser diferente, sobre Taiwan. Pero sobre el frente comercial, la voluntad de enmarcar la competencia —unos dirán la rivalidad— pareció explícita.


El blanco podría ser el levantamiento de tarifas aduaneras impuestas bajo la administración Trump, mientras China podría comprometerse con unas compras masivas de productos agrícolas, energéticos y equipos como unos aviones de Boieng, contribuyendo en la reducción del déficit comercial estadounidense. Pero China, confrontada también a una deceleración de su crecimiento, debe apoyar sus industrias exportadoras.


Es decir, cuando la ecuación sigue siendo compleja. Y esta realidad ilustra el marco de la relaciones sino-estadounidenses. Los temas tecnológicos, comerciales están inscritos en una dimensión estratégica y geopolítica que vuelve aún más compleja la situación. Washington espera de Beijing que pueda moderar a Corea del Norte, que parece prepararse a una séptima experimentación nuclear.


Otro tema es la deuda de los países en vía de desarrollo, punto de disensión entre ellos. El nivel de préstamos pendientes está valuado entre 500 y 1000 billones de dólares; 44 países deben reembolsar una deuda a China, que equivale a 10% del PIB de su país. El alivio de la deuda se ha vuelto muy importante hoy en día mientras todavía China no está sobre esta posición como lo reveló el G 20.

Tantos temas que demuestran la complejidad de la realidad internacional. Aún más urgente, prevenir cualquiera escalada. Es la voluntad compartida de Washington y Beijing que podría ser resumido en una formula: sí a la competencia económica, no a la confrontación militar.


Politólogo francés y especialistas en temas internacionales.

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China Estados Unidos Opinión

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