La importancia de un censo

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Personas albergadas en el centro obrero El Tamarindo, La Unión, y que habían sido parte del programa Operación Milagro recibieron el alta de la cuarentena. Foto cortesía @FranAlabi

Por Cristina López

2020-04-06 5:40:38

Mientras hacía lo posible por librarse de responsabilidad y en vez de pedir disculpas a la población más económicamente vulnerable por haberlos expuesto al contagio de coronavirus por una pésimamente implementada política, una de las causales que el presidente Bukele señaló como culpables de la tragedia de los CENADE, fue la falta de un censo poblacional.

Sí, Bukele también le echó la culpa a la cultura y a la pobreza estructural, y la única explicación que le dio a la población por su error que podría cancelar cualquier beneficio de su acertada cuarentena, fue una lavada de manos más cínica que la de Poncio Pilato. Porque culpar a la cultura y a la pobreza estructural por problemas auto-infligidos y que tienen víctimas muy reales, no es solo una doble-victimización, sino también excluye de la responsabilidad de aprender de lo sucedido y corregir el rumbo. Y poner un censo poblacional en la lista de qué haceres en la administración pública es importantísimo.

Uno de los proyectos más interesantes en los que he trabajado en mi carrera es, sin duda, el censo poblacional estadounidense, que está siendo llevado a cabo en estos momentos. En Estados Unidos, el censo es tan antiguo como la república misma, puesto que el novedoso concepto de representación democrática a finales del siglo 18, aquello del pueblo que se auto-gobierna a través de representantes que elige, solo podía ejecutarse si se sabía de qué tamaño era el pueblo, o cuánta gente existía para ser representada. Por su crucial importancia para temas de gobernanza y democracia, hicieron del censo que enumera a todas las personas en Estados Unidos un requisito constitucional que sucede cada diez años.

Se dice del censo estadounidense que es la operación pacífica (porque en EE.UU. tienen que aclararlo) más grande que ejecuta el gobierno. Toma años de preparación y meses de operación (sin contar los meses que toma la tabulación de datos), y su importancia reside en que sus resultados determinan cuántos representantes recibe cada estado en el congreso, cuántos votantes serán representados en cada distrito congresional, y la cantidad de fondos federales que se reparten a cada estado por la siguiente década.

En pocas palabras, en EE.UU. el censo es dinero y poder. En países como el nuestro, un censo muchas veces es algo muchísimo más profundo: de la existencia en papel de quienes habitan en países en desarrollo a veces dependen hasta los derechos básicos, y en ciertas circunstancias, como en el trágico fracaso inicial del desembolso de alivio económico que atestiguamos la semana pasada en los CENADE, la supervivencia.

La esencia de una política pública exitosa son los datos. Es imposible medir impactos o prever consecuencias no deseadas sin tener datos robustos sobre la población a la que se pretende afectar con una política. A la administración de Bukele (y varias anteriores) no le es desconocido el poder de la data: ha sido comprobado y reportado cuánto ha influido el pulso de popularidad presidencial, tomado a punta de encuestas y análisis de comportamiento digital, en las decisiones de gobierno. Lo que ha quedado en evidencia es que en la data que les ha importado más a las administración, solo cuentan algunos: los que pueden producir poder político. Ojalá que entre las muchas acciones que implicará un plan de recuperación nacional luego del coronavirus, se incluya un censo.

Lic. en Derecho de ESEN, con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. @crislopezg