Centurias

Confieso que no soy fan del concepto “memoria histórica”, creo que se presta para maliciosos manoseos. Pero que el tiempo pasa, pasa; y que cada quien hace lo que buenamente puede con lo vivido, no hay quien pueda negarlo. Contentos o no con lo hecho en estas pasadas centurias, son nuestras

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Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo

2021-01-29 6:26:53

“Quiero dejar atrás mi pasado. Lo tengo decidido. No estoy a gusto con mi vida y llevo ya varios años tratando de cambiar. He buscado ayuda profesional pero los psiquiatras a lo que he ido insisten en hablar de mi pasado; y eso ya pasó, licenciado. Yo quiero dejarlo atrás, créame. No me hace bien revolverlo ni tomar tantas medicinas. No quiero que mis hijos tengan esta imagen de su madre, así como no quisiera tener yo la imagen difusa que tengo de la mía…”. Entonces empezó a hablar, sin parar, rápidamente, sin pausas, de la triste infancia que vivió con su “madre ausente” como la llamó. Luego de media hora en que la dejé hablar, limitándome a intercalar preguntas para asegurar que se escuchara a sí misma también, de manera espontánea ella concluyó: “…bueno, tan ausente no estuvo la señora, de lo contrario no me habría hecho tanto daño”. Todavía la recuerdo bien: tez clara y facciones delicadas, mirada entre ingenua y perdida, el cuerpo armónico, turgente y tonificado que producen dos horas diarias de gimnasio, la ropa y adornos caros que lucía, todo junto le conferían la bella apariencia de una chica de 28 años, lo más. Dijo tener 36 años; una hija de 10 años y un pasado triste que deseaba enterrar.
Mediados de los Años Ochenta del siglo pasado. La recibí en el consultorio de San Isidro en el que yo atendía, al final de una fresca y luminosa tarde, en aquella entrañable “Lima la horrible” que ella venía a representar. En psicología, las orientaciones analíticas y conductuales empezaban a rendir sus armas a la naciente y vigorosa corriente cognitivo conductual que yo, sin ser plenamente consciente de ello, seguía de cerca su desarrollo en sus autores seminales.
“Pues no creo que sea tan fácil como simplemente pasar la página —recuerdo haber dicho—, pero si realmente lo desea, le ofrezco acompañarla en ese camino, que no se me antoja fácil”. Así empezamos. Casi cuarenta años de eso ya. Espero que siga tan bien como se mantuvo por los dos largos años que duró su proceso. Me lo ha hecho recordar el furor publicitario que encuentro en algunos medios de comunicación electrónicos por la publicación del libro de memorias de Demi Moore y de las revelaciones de celebridades que reconocen, públicamente, las dificultades que enfrentaron con su salud mental. A inicios de la tercera década del siglo XXI todavía es noticia eso, reflexiono. Se nota que nos toca aún recorrer un buen trecho.
Este 2021 recordaremos varios hitos históricos. En Centroamérica, las dos centurias transcurridas desde aquel 15 de Septiembre de 1821 cuando se consiguió la Independencia del Reino de España, que nos había descubierto un 12 de octubre 3 siglos atrás. Para que todos nos hagamos una idea del tiempo, nos falta vivir independientes aún otra centuria para igualar el tiempo que pasamos bajo el dominio político, administrativo, cultural y religioso del Reinado de España. Dios, Unión, Libertad.
Segundo. Cientos, miles de pericos de todas las edades (también algunas periquitas pues, desde 1978, también ellas han gozado del privilegio de esa educación de primera calidad) recordarán este próximo martes con una misa los cien años de fundación de su querido colegio. No importa si usted asistió al antiguo “Caserón verde” en que nació la idea o lo hizo en aquella mole gris cuadrada, de tres pisos iguales, sostenidos por decenas de pilares iguales separados por distancias iguales, de anchos corredores frente a las aulas, con su inmenso patio central cruzado por la cruz de ladrillos bermellones (al centro del cual nos enviaron castigados a recibir el sol alguna vez). Esos dos edificios, que se antojaron indestructibles, viven sólo en las memorias y fotos de antaño. Emocionados, donde estemos, corearemos nuestro himno con su letra imperecedera que nos sigue iluminando el camino y entusiasmando el espíritu “No consiga el temor apagar nunca nuestro ardor, que es nuestro el porvenir. Como el sol que a su cenit subiendo va, la bandera desplegada flota ya. Por mi hogar y mi Patria y mi fe: Viva el ……..!”. Usted termínelo, por favor. A Mayor Gloria de Dios.
Luego, unos pocos, celebraremos —en intimidad, pero quizás más emocionados aún— que también este 2021 la augusta Nena Hidalgo de Castrillo habría arribado, en abril, a sus cien años de vida. “¿Te das cuenta, madre, que cuando la Patria celebre sus doscientos años de vida independiente, nosotros vamos a estar celebrando tus cien años de nacida?” solía preguntarle retóricamente durante sus últimos años de vida.
Confieso que no soy fan del concepto “memoria histórica”, creo que se presta para maliciosos manoseos. Pero que el tiempo pasa, pasa; y que cada quien hace lo que buenamente puede con lo vivido, no hay quien pueda negarlo. Contentos o no con lo hecho en estas pasadas centurias, son nuestras. Explican lo que somos y, parcialmente, inciden en lo que seremos. Quiera Dios que logremos, como logró mi recordada paciente limeña, quedarnos con lo bueno y superar las rémoras.

Psicólogo/ psicastrillo@gmail.com