Causa y efecto (I)

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Ricardo Galvez, educador en tecnología de Fusalmo entrenar a Alison Douglas, Kimberly y Daniel de cara al evento.

Por Jonathan Navarro

2019-08-25 5:15:43

Esta vez quiero reflexionar sobre el alcance y las consecuencias de las cosas; y es que muchas veces olvidamos una ley física muy simple: la Ley de Causa y Efecto. Hacemos lo que nos da la gana, dejamos que nuestros impulsos controlen nuestras actitudes y nuestras decisiones, y la mayoría de esas veces esos impulsos son la envidia, el rencor, la falta de tolerancia, es decir: el odio.

Un extraordinario maestro en derecho político me explicó un día que el ser humano es un ser político por naturaleza, que el concepto apolítico es tan absurdo como inexistente, y que dentro de las acepciones de política que existen se encuentra, la que diferencia “Lo Político” y “La Política”, resultando que Lo Político se refiere a esa cualidad intrínseca de cada ser humano que nos hace ser parte de la sociedad como actores políticos, más allá de nuestras preferencias partidarias. Es decir, es una cualidad propia de todo individuo en sociedad; mientras que La Política, se refiere a esa transgresión con la que el hombre contamina a ese fenómeno social llamado política, y que hace que parezcan sinónimas la palabra política con corrupción, mentira y abuso.

En ese orden de ideas, cuando el hombre contamina Lo Político a tal punto que ya todo parezca ser La Política, entendemos que hay un desproporcional abuso de los principales actores sociales, que han llevado a cada miembro de la sociedad a dudar de aquella clase, que, para muchos filósofos memorables como Sócrates, Platón y Aristóteles, debería ser compuesta por los más ilustres miembros de una sociedad. Y en este punto me pregunto: ¿En qué momento los nobles y eruditos llamados a conformar las cúpulas políticas se convirtieron en la clase más desprestigiada en nuestro país? Pues la respuesta la da la Ley de la Causa y Efecto; Puesto que, como resultado de cada acción corrupta tomada en el pasado, tenemos ahora una respuesta de desconfianza de cada idea planteada a futuro.

Pero no nos quedemos ahí, que no nos cieguen nuestras idolatrías, que, como ya he expresado muchas veces, crear conceptos absolutos es el sesgo más torpe desde el que podemos empezar a analizar algo, y es que nadie es tan malo como para haberse equivocado plenamente durante muchos años, como tampoco nadie es tan bueno como para solo tener aciertos en sus decisiones. En cambio, si ponemos a prueba las decisiones a través de la ley de la causa y efecto, podemos llegar al punto donde, con criterio, podamos decir si estamos o no de acuerdo con uno u otro planteamiento, y verás como según cada perspectiva, las cosas son una cosa u otra.

Quiero contarles un anécdota: Hace unos meses a un hombre le informaron que dejaría de trabajar en aquel lugar donde desde hace más de ocho años laboraba, desempeñándose de forma notable, correcta, íntegra, y sobresaliente, con la singularidad que su despido era más bien una petición de renuncia a su cargo, pues detrás de la decisión de despedirlo estaba la asesoría mezquina de quien advierte que bajo la Ley que ampara a este trabajador, el despido debe preceder de un proceso previo e incluso de una reubicación, por lo tanto pedir su renuncia es la solución.

Pero para quien ordena la destitución solo le importante una cosa: el color partidario que presume debe tener aquel trabajador, quien su error no fue ser militante o sindicalista, sino ingresar a trabajar en un periodo que ahora resulta ser un problema.

Pero la historia de este trabajador no termina aquí, y es que su esposa, hijos, empleados, acreedores y ruta de vida harán eco de los efectos que han causado su destitución. Pero sobre esto les contare en el próximo editorial, donde espero aclarar la idea de la causa y efecto.