El mal hábito de complicar...

Los sistemas fueron establecidos para facilitarnos la vida, todos están bien pensados y hacerlos funcionar tiene un costo. Si no los utilizamos, el costo de funcionamiento se desperdicia. Y si alguien calculara el costo económico y social de estas trabazones, los resultado asustarían más que el covid-19.

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La tenista autraliana Ashleigh Barty celebra con el trofeo de Wimbledon. Foto / EFE

Por Pedro Roque

2021-07-10 3:45:47

¿Por qué tenemos tantas complicaciones? O mejor, empezar por definir y entender qué quiere decir “complicar”. Revisando el significado, la RAE dice: verbo transitivo. 1.Hacer una cosa complicada o difícil de comprender o resolver. 2.Hacer que una cosa pierda sencillez o claridad introduciendo muchos elementos nuevos, alterando su orden lógico. Y yo incluiría: hacer intencionadamente mal las cosas que se sabe cómo hacerlas bien.
Puede ser que la gente complica las cosas sin darse cuenta o que lo hace intencionadamente con el enfoque: primero yo, después yo, por último y los otros que se jod...
Cuando es sin darse cuenta, la causa es por falta de conocimiento o de información. Cuando es intencionadamente, la manía de actuar en contra del sentido común. Y en tercer lugar. Indisciplina en el respeto de los sistemas básicos que hasta los niños los saben.
Pregunte a un niño de diez años cuáles son los colores del semáforo. Que le diga qué hacer cuando cada una de las luces está encendida y qué sucede si no se respetan.
El sistema de regulación del tráfico es universal y en todo el mundo los semáforos son iguales. Pueden estar antes o después del cruce. En Europa están antes, en América al otro lado del cruce.
Pero en todos, en rojo se tiene que parar, en amarillo frenar por precaución y en verde continuar. Y si en las horas punta, debido a la cantidad de vehículos, el tráfico fluye despacio y para no “taponar” los cruces, no se invaden aunque el semáforo cambie a verde. Es lo que hacen en los países civilizados.
El viernes antepasado, desde la entrada del Bulevar del Ejército hasta el semáforo de Ilopango, un trayecto de no más de diez kilómetros, tardamos dos horas, desde las 8:14 hasta las 10:15.
Pensamos que había retención por obras o un accidente. Pero no, la causa fue no respetar el semáforo e invadir el cruce en las cuatro intersecciones a lo largo del trayecto.
¿Sabe la gente que cuando el semáforo cambia a verde y el otro lado de la calle está el tráfico parado, no debe entrar en el cruce para no cerrarlo? Estoy seguro de que lo saben. ¿Y por qué lo hacen?
La respuesta técnica es: irrespeto a los sistemas. La conductual, avanzar como sea. La sicológica, el egoísmo. La económica, no es problema mío, el retraso lo paga la empresa, y la humana, no me importan los demás.
Por estas confusiones tenemos altos costos adicionales y consumos exagerados de tiempo y combustibles.
Los sistemas fueron establecidos para facilitarnos la vida, todos están bien pensados y hacerlos funcionar tiene un costo. Si no los utilizamos, el costo de funcionamiento se desperdicia. Y si alguien calculara el costo económico y social de estas trabazones, los resultado asustarían más que el covid-19.
Y así, el mal hábito del irrespeto al sistema de tránsito nos mantiene como un país atrasado y con un tráfico de alto riesgo.
Y lo mismo que con el semáforo, sucede con la puntualidad, el manejo de la basura, la sanidad en los mercados, los negocios informales y muchas más cosas.
En las escuelas y universidades debieran enseñar la importancia del respeto a sí mismo, a otras persona y a los sistemas.
Observando tantas complicaciones innecesarias y con el objetivo de ayudar, publicaremos en los próximos días el manual “Descomplejísese”, no complique más, ni las cosas, ni la vida.
Otra cosa: me cuenta un amigo alemán que en el Estado de Branderburgo a partir del uno de agosto se quitarán todas las restricciones contra la pandemia. Cada persona será responsable de su propio cuidado, al igual que de otras enfermedades contagiosas. Será el primer Estado Federal alemán que vuelve a la normalidad de antes de la pandemia.

Ingeniero/Pedroroque.net