El menosprecio de un presidente a su pueblo

El presidente de la República no se dirige ni explica al pueblo que lo eligió para el cargo que ocupa. Eso nos demuestra que para la administración presidencial (CAPRES), la elección presidencial no fue un proceso democrático, sino que fue una entronización, fue poner en el “trono” a un líder mesiánico que habla directamente con Dios y que, en consecuencia, no tiene porqué explicar al pueblo sus decisiones, porque según ellos son decisiones divinas.

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Yancy fue sepultada junto a su padre. Foto/ Facebook

Por Enrique Anaya

2021-06-22 7:09:42

PUESIESQUE…todo el espectáculo montado por la administración presidencial para la extravagancia de establecer un criptoactivo altamente especulativo (bitcoin) como moneda de curso legal en el país, para lo cual ordenó que su Asamblea Legislativa (AL) le aprobara un mamarracho llamado “Ley Bitcoin”, solo ha servido para confirmar una fundada sospecha: el menosprecio que el presidente de la República (y el grupo que lo rodea) tiene al pueblo que lo eligió.
En efecto, a pesar de que la #LeyBitcoin fue anunciada por el presidente a través de un video transmitido en una conferencia en Miami, fue elaborada por los sujetos a quienes les paga como si de asesores jurídicos se tratara, y fue entregada a la AL como iniciativa de ley por una Ministra que no ha tenido el valor de salir a explicarla minuciosamente, la realidad es que, al menos hasta el día de elaboración de esta opinión, el presidente no ha comparecido ni una sola vez ante el pueblo salvadoreño a explicar de qué trata esa pretendida política monetaria, ni tampoco a exponer qué supuestos beneficios generaría, ni cómo se aplicaría en la realidad cotidiana.
No: el presidente de la República no se dirige ni explica al pueblo que lo eligió para el cargo que ocupa. Eso nos demuestra que para la administración presidencial (CAPRES), la elección presidencial no fue un proceso democrático, sino que fue una entronización, fue poner en el “trono” a un líder mesiánico que habla directamente con Dios y que, en consecuencia, no tiene porqué explicar al pueblo sus decisiones, porque según ellos son decisiones divinas.
Todavía más: las escasas intervenciones presidenciales sobre la implementación en el país de un criptoactivo especulativo como moneda de curso legal, se han hecho en ambientes cerrados, en inglés, a través de videos transmitidos en el extranjero, en reuniones virtuales en Twitter o reuniones presenciales en Casa Presidencial, todas limitadas a supuestos inversionistas extranjeros
Así que, en definitiva, para CAPRES, el pueblo salvadoreño no merece que “El Excelentísimo” se “rebaje” a explicar al pueblo las causas y las consecuencias de sus decisiones, así sea que se trate de una medida que puede llegar a afectar la sobrevivencia de millones de salvadoreños.
Esa actitud de CAPRES nos evidencia que para los actuales detentadores del poder, el pueblo salvadoreño no merece ni aprecio ni respeto, al grado que se nos trata con desdén, menosprecio e indiferencia: en CAPRES piensan algo así como “para qué les vamos a explicar lo del bitcoin, si de todos modos, la mayoría del pueblo jamás llegará a tener uno solo en toda su vida” (esta semana, el precio del bitcoin ha rondado entre cuarenta mil a treinta y tres mil dólares).
Eso sí, a extranjeros se les ofrece residencia permanente en El Salvador si “invierten” tres bitcoins, se los recibe en el aeropuerto con seguridad personalizada, se les atiende en Casa Presidencial a puertas cerradas, les hacen videos para difundir propaganda. Estas 2 semanas hemos comprobado, pues, la actitud, discurso y conducta de CAPRES: “para los extranjeros que hablen bonito de mi administración presidencial, todo, lo que quieran; para los salvadoreños, para esos que votaron por mí, ni les dirijan la palabra”.
Por eso, esta semana me recordé de parte de un poema de Oswaldo Escobar Velado, escrito quizá hace más de 70 años: “Esta es mi Patria/un río de dolor que va en camisa/y un puño de ladrones/asaltando/ en pleno día/la sangre de los pobres”.
Esa es nuestra realidad: un gobierno que mima a extranjeros, mientras menosprecia a la mayoría de los salvadoreños (inclusive, a los que lo adulan e idolatran).

Abogado constitucionalista.