Democracia y futuro

Vivimos en tiempos tan polarizantes dentro de una sociedad sumamente crispada, y donde el concepto de democracia se ha desvalorado, esto último es una realidad provocada por el sistema de propaganda del oficialismo; pisotear la democracia, anclando su concepto a la política de antaño, le ha permitido a este gobierno posicionar su autocracia como la única forma de gobierno viable en El Salvador. Esto ya no solo es peligroso, sino una amenaza cotidiana.
Este país, engañado por la envoltura brillante de un dictador desmedido, camina hacia el abismo de la represión, miseria y hambre. Y el gran problema no es la ceguera masiva que nos conduce hacia ese abismo, sino el cuánto tiempo nos tomará salir de ahí.

Lo cierto es que no debemos dejar de hablar de democracia. Que no nos gane la batalla el miedo. Tengamos presente que hablar de democracia no es hablar del pasado, sino del futuro. Como demócratas debemos hacer hincapié en ello: democracia es futuro. En una democracia las leyes deben ser justas y equitativas, deben existir igualdad de condiciones, contrapesos y no poderes absolutos, bienestar para todas y no miseria selectiva.

Democracia no significa ARENA o FMLN, ese es el concepto del oficialismo. La democracia trasciende de los partidos políticos y de cualquier gobierno. La democracia la construimos y practicamos todas las personas. Recordemos, no hay democracia sin demócratas.

Recientemente el V-Dem Institute publicó un informe sobre el estado de la democracia en el mundo y que reveló que El Salvador, después de Afganistán y Myanmar, es el que más ha retrocedido en democracia durante los últimos tres años. Además de lo anterior, el mismo informe del V-Dem revela que El Salvador ha dejado de ser una democracia y ahora es una autocracia. A este paso y con los golpes antidemocráticos que sigue sufriendo este país día tras día, estamos a pocos pasos de tener una podredumbre democrática comparable con la de Cuba, Venezuela, Nicaragua o Haití.

La apuesta por el futuro se ha vuelto crucial. Debemos desmitificar que democracia es sinónimo del pasado y también, desde la ciudadanía, debemos combatir la idea populista de que la democracia no le da de comer a nadie y que un caudillo sí puede darle $30 o $300 a la población. El caudillo transa con dinero público para sepultar a la democracia, y si ésta queda soterrada, efectivamente la democracia no nos dará de comer, porque sin ella nos sumergimos en un estado de miseria, hambre y represión. Este es un país que ya ha sufrido demasiado y ya ha derramado mucha sangre, no podemos seguir retrocediendo.

Probablemente el concepto de democracia nunca se adoptó en la sociedad salvadoreña de forma idónea, y eso es porque nos hace falta mucha formación cívica al respecto, bastante. Así que el llamado sigue siendo el mismo, ayudemos a la persona que tenemos al lado a reflexionar y hacerle ver lo rica y valiosa que es la democracia. Esto es urgente y necesario, porque en la actualidad no importa si llegar a fin de mes es difícil o si estás pasando hambre, la propaganda y la dictadura se han posicionado como un mejor remedio que la democracia; hay que romper con esa falacia. El antídoto está en alejarnos del discurso del pasado y anclar la democracia al futuro.

Cierro con esta reflexión: estamos atravesando un momento clave para la democracia salvadoreña. El evento electoral de 2024 definirá el camino de nuestra democracia. Si la democracia se hace valer, habrá esperanzas de un mejor futuro, pero si sus detractores se imponen, la dictadura habrá ganado. Entre ese espectro deberemos elegir en 2024: dictadura o democracia.

Comunicólogo y político