EPAPER Puente de Baltimore | Precios de la gasolina | Eclipse parcial solar | Selecta

El circo…

El problema es que nadie se quería hacer cargo del circo y el mono hizo el segundo intento: nadie le entendía, solo gritaba y se columpiaba de un lugar a otro; las cosas seguían mal. El circo no podía funcionar, pero él seguía a cargo. Pero al ver que todos le obedecían, el mono se fue haciendo cada vez más insoportable; cosas de animales que nunca vamos a comprender. Cada vez gritaba más y todos lo observaban de modo absorto.

Por Óscar Picardo Joao

Con la carpa envejecida y los vehículos destartalados, el circo recorría los cantones atrapando las fiestas patronales del calendario; su dueño, Napoleón -o Don Napo, como le decían cariñosamente- ya cansado pensaba en retirarse y finiquitar la tradición familiar de varias décadas.


Tres payasos, dos personas con acondroplasia o enanos, un imitador, un mago, dos malabaristas, tres perros amaestrados, un mono, un caballito flaco y dos acróbatas, eran el elenco del show. Todos familiares de Napoleón, excepto los animales…


Los payasos y el mago eran los hermanos de Don Napo; los enanos hijos de su hermana menor; el imitador era un sobrino; los malabaristas eran cuñados y los acróbatas eran sus hijos. Una verdadera empresa familiar. Los animales los fueron entrenando poco a poco. El caballo galopaba en la arena y su jinete hacía piruetas; los perros amaestrados subían y bajaban de los obstáculos, caminaban en dos patas y hacían algunas gracias. El mono era un ayudante casual del mago, poco preciso pero fundamental en algunos trucos de hacer desaparecer cosas.

Una noche, mientras cenaban, después de una función, Don Napoleón los reunió a todos -incluyendo los animales- para informarles que el circo llegaba a su fin.


En un mar de tristezas y preguntas, le solicitaron al dueño del circo que no lo cerrara y delegara a un responsable, y que el circo siguiera su tradición. Afortunadamente Don Napo accedió, pero tenía que decidir quién sería el heredero en base al elenco, las posibilidades eran limitadas: Tres payasos, un mago, dos enanos, un imitador, dos malabaristas, tres perros amaestrados, un mono, un caballito y dos acróbatas.

Los payasos eran poco serios para administrar el circo; los enanos, decía Don Napo de modo jocoso, no estaban a la altura…; el imitador y los acróbatas eran analfabetos; los malabaristas eran borrachos; y el mago era impredecible, a veces desaparecía; solo quedaban los perros, el caballo y el mono…


Por su afinidad filogenética, el mono le pareció el más indicado, ya estaba viejo, y aunque no tenía educación ni experiencia, era respetado y admirado por todos; además el mago manifestó que le ayudaría. No se hable más, la función debe continuar, el mono tomó la riendas del circo…


Al poco tiempo el circo era un caos; ¿cómo diablos un mono iba a dirigir el circo? La carpa se arruinó, los vehículos no funcionaban, las giras se detuvieron y ya no había dinero para pagar a todo el elenco.

El problema es que nadie se quería hacer cargo del circo y el mono hizo el segundo intento: nadie le entendía, solo gritaba y se columpiaba de un lugar a otro; las cosas seguían mal. El circo no podía funcionar, pero él seguía a cargo.
Pero al ver que todos le obedecían, el mono se fue haciendo cada vez más insoportable; cosas de animales que nunca vamos a comprender. Cada vez gritaba más y todos lo observaban de modo absorto.


Poco a poco los artistas se fueron retirando, sólo quedó un payaso, el mago, un enano y un perro; el proyecto circense no daba más de sí; el equipaje limitado era ya una chatarra en un predio municipal.

El mono seguía gritando y columpiándose, mientras el payaso, el enano, el mago y el perro lo observaban y aplaudían; según ellos el circo seguía, había un show y público, ¿qué más se necesitaba?


Pero los payasos, los enanos, los malabaristas, el mago, los perros, el caballo y el mono, por ahí andan sumergidos individualmente en la sociología de los cantones; la función continúa en las anécdotas, uno a uno, enconversaciones rapsódicas.


El circo desapareció, no se supo más de él; solo hay recuerdos, sagas y leyendas de sus funciones espectaculares. No hay luminarias coloridas, ya no se escuchaban carcajadas en las gradas, ni ensayos, ni filas de gente para ingresar. Pasó a ser parte de una historia, y como todo en esta vida comenzó y terminó. Hoy la gente se divierte de otro modo…

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.


Investigador Educativo/opicardo@asu.edu

KEYWORDS

Balances Políticos Opinión

Patrocinado por Taboola

Inicio de sesión

Inicia sesión con tus redes sociales o ingresa tu correo electrónico.

Iniciar sesión

Hola,

Bienvenido a elsalvador.com, nos alegra que estés de nuevo vistándonos

Utilizamos cookies para asegurarte la mejor experiencia
Cookies y política de privacidad