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Regalar es destruir

En el mundo actual, el rey o presidente regala oro en papel a través de subsidios o directamente en billete. Obsequia, en realidad, poco dinero a muchos, que no resuelve las necesidades reales de nadie. Saca ese dinero de la bolsa donde guarda todos los impuestos que la población le ha entregado, mes a mes, producto de su trabajo, para que se hagan obras que beneficien a TODOS.

Por Mirella Schoenenberg de Wollants
Nutrióloga y abogada

Pareciera que la economía es un conjunto de acciones extrañas relacionadas con el dinero; no obstante, solo es un reflejo de la naturaleza humana.


Mansa Musa, al parecer, compadecido por la carencia de las gentes con las que entraba en contacto, hizo obsequios a los pobres y a los eruditos de El Cairo. Los obsequios consistían en objetos fabricados con oro puro.La gente estaba fascinada. No era de menos.


Musa realizaba su peregrinación a La Meca (hajj) rodeado de 60,000 súbditos vestidos con brocado y seda persa. También lo acompañaban 12,000 esclavos, cada uno acarreando 4 libras en barras de oro. Los emisarios, engalanados en trajes también de seda, portaban bastones a base del dorado metal, montando sobre caballos entrenados. Todo su cortejo de hombres y animales estaba bien alimentado; además contaban con 80 camellos conduciendo 50 a 300 libras de oro en polvo.

Musa era musulmán, noveno rey del Imperio de Malí, al cual se había anexado el antiguo imperio de Ghana. Su gran opulencia era debida a los yacimientos de oro y sal en sus tierras, al comercio de esclavos y el marfil.
Musa y su séquito gastaron exageradamente en El Cairo, haciendo gala de su inmensa fortuna. Era julio de 1324. Su dadivosidad no tenía límite regalando oro a los desposeídos que encontraba y se le acercaban, tanto en Egipto como en Medina mientras llegaba a La Meca, donde también distribuyó todo el oro que podía.

Considerado el hombre más rico del mundo, Mansa Musa distorsionó el precio del oro y generó una alta inflación.
Algunos historiadores opinan que su real intención, al repartir tanto oro, fue perturbar las economías de las monarquías vecinas, básicamente la de Egipto. El oro que regaló, además, no solucionó las necesidades de los egipcios.
Dadas las leyes de la oferta y de la demanda, los regalos dorados hicieron paralizar la economía de Oriente Medio debido a que había demasiado. Fueron 12 años de pobreza y miseria y mucho trabajo de los gobernantes para recuperarse.

En el mundo actual, el rey o presidente regala oro en papel a través de subsidios o directamente en billete. Obsequia, en realidad, poco dinero a muchos, que no resuelve las necesidades reales de nadie. Saca ese dinero de la bolsa donde guarda todos los impuestos que la población le ha entregado, mes a mes, producto de su trabajo, para que se hagan obras que beneficien a TODOS.


Como bien aclara Henry Hazlitt, economista estadounidense, estos regalos perjudican a todos los habitantes de un país, “aunque, en diferentes momentos y direcciones, beneficien a algunos a costa de otros, desembocan —más tarde o más temprano— en un juego de suma cero, en el cual nadie gana nada….tienen un efecto perverso sobre los incentivos, porque distorsionan tanto la oferta como la demanda…”. En suma, generan más pobreza.


Cuando las personas se encuentran en dificultades financieras sueñan con la aparición de un Mansa Musa que les regale el oro que necesitan. Esto jamás sucede. Lo que sí sucede es que la escasez se convierte en la chispa maravillosa para que el humano pueda localizar el camino para producir más dinero y ser autosuficiente, en la mayoría de casos, y cuando las condiciones externas, dadas por el Estado, son las adecuadas para apoyar la creación de más riqueza; ese es el verdadero papel del Estado: generar condiciones para que todos podamos trabajar, generar riqueza y evitar la corrupción.


Explica Hazlitt: “Cada uno de nosotros tiene una múltiple personalidad económica. Somos productores, contribuyentes y consumidores, a la vez. La política que se propugne dependerá de la postura particular que se adopte en cada momento. Porque cada cual es unas veces el Dr. Jekyll y otras Mr. Hyde. Como productor desea la inflación (cobrará más por sus propios servicios o productos), como consumidor desea la limitación de los precios (pagará menos por los productos ajenos). Como consumidor puede abogar por los subsidios o aceptarlos de buen grado; como contribuyente (al pagar sus impuestos) se lamenta de tener que pagarlos”. El que regala lo que no es suyo, para poder ganar popularidad, destruye la oportunidad y genera pobreza ¡Hasta la próxima!

Médica, Nutrióloga y Abogada

Mirellawollants2014@gmail.com

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