Victoria Salazar: una reflexión sobre la desigualdad

Estos actos no solo representan un claro abuso de poder, sino también exasperan odio, un odio desmedido que discrimina la raza, el género, la orientación sexual o las fronteras que dejaron atrás sus víctimas.

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Victoria Esperanza Salazar, mujer salvadoreña asesinada por policías tras ser sometida en Tulum, Quintana Roo, la tarde del sábado. Foto: Facebook de Victoria Esperanza Salazar Arriaza

Por Andy Failer

2021-03-30 9:39:00

Victoria, de 36 años, sonsonateca, migrante, refugiada y madre de dos niñas. Ella, al igual que muchos otros salvadoreños, huyó de este país cargando con el sueño de un mejor futuro para sus hijas. Lo hizo bajo el anhelo de obtener un mejor trabajo en Tulum, Quintana Roo. Mientras la falta de oportunidades y la inseguridad la expulsaron de su patria, el abuso de poder de un cuerpo policial señalado con anterioridad por no respetar a las mujeres dejó en la orfandad a una niña de 15 y otra de 16 años.
Cuatro agentes policiales tenían a Victoria contra el piso, esposada y boca abajo, mientras la rodilla de una de los agentes le destrozaba la columna vertebral. El Fiscal General de Quintana Roo aseguró que la ruptura de la primera y la segunda vértebra ocasionó su muerte. El último caso similar a este, al menos uno que fuera captado y viralizado en video, fue el de George Floyd, un afroamericano que murió luego de que un policía blanco le cortara la respiración al poner su rodilla en el cuello de George, mientras este, al igual que Victoria, yacía indefenso en el piso.
Estos actos no solo representan un claro abuso de poder, sino también exasperan odio, un odio desmedido que discrimina la raza, el género, la orientación sexual o las fronteras que dejaron atrás sus víctimas. Distintas colectivas feministas alzaron su voz ante este acto barbárico que nuevamente es protagonizado por fuerzas policiales, recordándonos que tanto ellas como el resto de personas indignadas, no marchan, gritan o se manifiestan sólo por Victoria, sino por todos los cadáveres con los que cargan los policías de Tulum o de cualquier otra parte del mundo.
Estos sucesos, repetitivos y desesperanzadores, representan, bajo todo lo que conlleva su conceptualización, una crisis de humanidad. Esta crisis no va a cesar, y este asesinato, producto de la discriminación por quienes esconden el abuso de poder detrás de un uniforme que promete “orden”, no será el último. Nuestras sociedades están condenadas a condicionar y generar estos infiernos; condenadas por los gobiernos que generan diversas desigualdades sociales que nunca descienden, porque esas mismas condiciones que los gobiernos generan, se están politizando y electoralizando permanentemente.
Analizando esta problemática resaltan varios fenómenos complejos que parecen interminables y huérfanos de solución, como la migración, corrupción, discriminación, desigualdad, polarización y un largo etcétera. Pero en la base de todos estos problemas, siempre existirá un factor común: el hambre. Y como lo califica el periodista Martín Caparrós en su obra “El Hambre”, “el hambre es la metáfora más violenta de la desigualdad”. Se calcula que de la población mundial, al menos mil millones de personas tienen hambre en estos momentos. ¿Acabará esto en algún momento?
No existe receta mágica para detener estas tragedias, pero sin duda la solución recae en una utopía: una economía más ética, gestada por cambios políticos basados en la igualdad. Porque mientras el desarrollo económico traiga consigo mayor desigualdad, el ciclo seguirá repitiéndose y la crisis de humanidad continuará intacta. La gran pregunta es: ¿están nuestras sociedades preparadas para abrazar la igualdad social?

Comunicólogo y político