2021

Termina el 2020 pero los males que nos aquejan no. Uno de ellos amainará con el arribo de la vacuna, pero para terminar con los otros que nos aquejan habrá que esperar –mientras se lucha– un tiempo más. Como signo señero de cambio de época, este 31 de diciembre llovió sobre San Salvador, algo que no había pasado desde que yo tengo memoria

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El Movimiento de Policías denunció que el personal policial no recibió los insumos de bioseguridad en plena crisis de la pandemia, lo que causó que muchos agentes se contagiaran. Algunos agentes tenían que comprar mascarillas y alcohol gel, aseguró. Foto EDH / Archivo

Por Jorge Alejandro Castrillo Hidalgo

2021-01-01 6:19:05

A inicios de noviembre de este año, ante la noticia de la muerte de Sean Connery escribí un artículo en el que sugerí que estábamos frente al final de un período histórico, lo titulé ÉPOCA. Esa misma sensación tuve al final de este memorable año con otras pérdidas icónicas: el Loco Valdés y Armando Manzanero. Manuel “el Loco” Valdés nos hizo desternillamos de risa con sus guiones pícaros, pero no chabacanos, atrevidos pero que no llegaban a ofender, creo que ni a nuestros mayores.
Mujeriego impenitente, demostró que a ellas se las enamora más por el oído que por la vista, más con vitalidad y humor que con dinero. Su muerte cerró esa época: es poco probable que aparezca otro humorista con la cara de loco que, desde su infancia, caracterizó al “Loco Valdés” como el mismo se bautizó al pedir un temprano aumento de sueldo.
Con la partida de don Armando Manzanero partió también la posibilidad de volver a enamorar a alguien con la ayuda de una canción. El romanticismo de sus canciones era tal que ni su voz de “pato constipado”, como él mismo la definió, podía opacarlo. Las nuevas generaciones ya no podrán seguir “procurando el momento más oscuro, para hablarse, para darse el más dulce de los besos y recordar de qué color son los cerezos…”. Tampoco aprenderán “…a ver la luz del otro lado de la luna, que la presencia de la amada no la cambiarán por ninguna y que puede un beso ser más dulce y más profundo”. Desde este diciembre aciago, las semanas ya no podrán tener más de siete días. Don Armando nos preparó para irnos “mañana mismo de este mundo, ¡las cosas buenas ya contigo las viví!”. Sensible al momento, quizás sí les haya legado que, “Entre tú y yo, no hay nada personal, sin embargo, duermo entre mis sábanas soñando con tu olor…Te llevo en cada gota de mi sangre, y en cada paso de mi andar. No necesito arrinconarte, ni antes de dormir, besarte. Y es que entre nosotros, ya no hay nada personal”
Este periódico nos ha comunicado también la muy triste noticia de la muerte del artista plástico salvadoreño Rafael Reyes, miembro de la familia que más pintores de calidad ha regalado a este país. De su obra adquirí, mientras él todavía trabajaba en la Televisión Educativa un precioso desnudo, que durante algún tiempo ofendió, lo confieso, el pudor de las niñas del hogar. Nunca lo olvidaré: él había traído a casa varios de sus cuadros, sin marco, para que nosotros eligiéramos. Después de deleitarme con cada uno de ellos, aderezada con sus comentarios la experiencia estética, terminé eligiendo uno de ellos, no sé si por estética o por presupuesto. Creo que se dio cuenta de lo mucho que me había gustado su obra y me explicó que ese desnudo era una obra especial que había sido pintado sin pincel ni otro instrumento que no fueran sus propios dedos, con la particularidad adicional que está hecho sobre un antiguo papel original de partitura musical, la misma que se advierte con claridad en el tercio superior del cuadro. El quinto inferior de la partitura está completamente obscurecido. De allí emerge y reposa, de espaldas, el cuerpo rotundo, deseable, amable, de la modelo que recoge su pelo bajo el hombro izquierdo en el que descansa. La luz –poca- entra desde la izquierda iluminando con precisión absoluta ángulos y redondeces. Mi sentido pésame para la comunidad artística salvadoreña y, en especial, para esa familia de artistas.
La noticia del aborto legal en Argentina me demuestra también que el 2020 se llevó una época. A raíz de tal noticia escuché una conversación que tenían jóvenes educados, quienes al igual que el presidente Fernández de aquella nación sudamericana se consideran católicos, pero piensan que el aborto no es pecado. Atendí con paciencia los argumentos que ofrecían, presentados con pinceladas de modernismo, de ciencia, legalidad y “derechos”. Al cabo de unos minutos me entristecí pues debajo de ellos no pude dejar de sentir, rampante, el egoísmo imperante de este tiempo, desprovisto de las más elementales consideraciones éticas. Cambio de época mis queridos amigos.
Termina el 2020 pero los males que nos aquejan no. Uno de ellos amainará con el arribo de la vacuna, pero para terminar con los otros que nos aquejan habrá que esperar –mientras se lucha– un tiempo más. Como signo señero de cambio de época, este 31 de diciembre llovió sobre San Salvador, algo que no había pasado desde que yo tengo memoria. Canté para mí: “esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú”. Adiós a una época. Dios esté con nosotros.

Psicólogo/psicastrillo@gmail.com