Antídoto contra la desinformación

Conocer formas de identificar sitios con apariencia periodística pero cuyo contenido dista de serlo, es una buena medida que puede funcionar como un antídoto contra la desinformación.

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Wilson Gutiérrez, técnico de Alianza FC, durante el partido ante Jocoro. Foto EDH / Jorge Reyes

Por Carlos Domínguez

2019-08-15 7:22:58

La desinformación no es un fenómeno nuevo en realidad. Basta conocer cómo inició el sensacionalismo con William Randolph Hearst mediante la generación de escándalos, manipular los medios para lograr intereses comerciales e intervenir para que la Guerra Hispano-estadounidense aconteciera y sus periódicos fuesen los que obtuviesen las primicias para El Diario de Nueva York, en abril de 1898.

Ahora es más evidente por la velocidad y expansión de las redes sociales y aplicaciones en Internet. Distintas instituciones, como organizaciones de noticias e incluso entidades geopolíticas como la Unión Europea, han dedicado esfuerzos permanentes para hacer frente al fenómeno desde hace algunos años.

Desde el 2015 ha creado unidades específicas para detectar mentiras y forjado acuerdos con empresas para actuar en forma conjunta contra las noticias sin fundamento. Lo usual ha sido concentrarse en las publicaciones tradicionales, pero se deja de lado el creciente número de publicaciones en la red. Las cifras son muy significativas: hasta el primer trimestre del presente año Facebook cerró 2.200 millones de cuentas falsas; en Twitter fueron bloqueados, entre mayo y junio, 77 millones de perfiles falsos, y YouTube borró 3,4 millones de canales por violar la política de spam, engaños y estafas de la compañía, de acuerdo con la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la alianza.

Además la Unión Europea ha lanzado en redes sociales una serie de recomendaciones para detectar la desinformación, que van desde comprobar la fuente, investigar el sitio o perfil, usar herramientas en línea para verificar datos, comprobar los hechos, pensar cuál es la intención, hasta comprobar ajustes de privacidad de redes sociales. El 83 por ciento de los europeos está en desacuerdo con la información y la catalogan como una amenaza para la democracia.

Hay otra realidad latente. La desinformación está presente en los medios tradicionales y se ha establecido en canales de tipo privado como los chats en aplicaciones como WhatsApp, por lo que en Europa se ha tomado la decisión de no desmentir. Más bien, el enfoque es publicar narrativas alternativas, de modo que el relato que haga la UE sobre sí misma también sea accesible en la red.

¿Qué de esa experiencia se puede retomar en El Salvador? Conocer formas de identificar sitios con apariencia periodística pero cuyo contenido dista de serlo, es una buena medida que puede funcionar como un antídoto contra la desinformación. Requiere un esfuerzo educativo que incluya controlar el morbo, para no convertir en viral contenidos basados en decires, rumores y datos que nadie confirma. Esa tendencia convierte en forma evidente a la noticia en mercancía. No hay profundidad, no hay contexto y no se beneficia al lector.

Una publicación de 1968 nos puede ser útil en esta reflexión, salvando las evidentes diferencias en el contexto de El Salvador de esos días. Raúl Andino, mencionado por José Salvador Guandique en la revista Cultura número 47, escribió sobre cómo en los años 20 del siglo pasado el pensador Alberto Masferrer consideraba el ejercicio periodístico: “No conceptuaba a los periódicos como empresas comerciales o políticas de publicidad, que es lo que en realidad son en su mayoría, sino como tribunas para difundir ideales elevados o como radiodifusores de doctrinas justicieras y humanitarias, en favor de las clases indigentes y oprimidas, principalmente de los campesinos y los obreros de las ciudades, por cuya redención intelectual, moral y económica, luchó siempre, denodada y virilmente, con todos los múltiples y admirables rasgos de su voluntad, de su corazón, de su inteligencia”.

Periodista