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Un año sin separación de poderes

La reelección de Bukele es la última pieza para que la dictadura se instale por completo. ¿Logrará seguir acumulando todo el poder? Las calles de la capital salvadoreña se han abarrotado en al menos cinco ocasiones de marchas sociales que le paran cara a los abusos de poder. Un poco de esperanza radica en ese pujante músculo social.

Por Andy Failer
Comunicólogo y político

El pasado 1 de mayo, el Órgano Legislativo –dominado mayoritariamente por los diputados de Bukele– cumplió un año desde el golpe que le propinaron al Órgano Judicial con la destitución inconstitucional de cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia y también con la remoción del Fiscal General. Aquella noche, mientras se avecinaba la madrugada del siguiente día, el partido oficialista Nuevas Ideas instaló lo que ellos consideran como una especie de nuevo orden político en El Salvador, un año después, ese nuevo orden se conoce como Bukelismo.

No existen contrapesos institucionales, lo único que queda en El Salvador es el periodismo, la sociedad civil organizada y un par de partidos políticos opositores, lo demás Bukele ya lo ha secuestrado o sepultado. El Estado salvadoreño hoy es el Estado de Bukele.

Tras la jugada política y autoritaria que sufrió El Salvador hace un año, todo el país se ha reconfigurado al antojo de una sola persona. Los magistrados impuestos jubilaron obligatoriamente a más de un tercio de los jueces del sistema judicial y los diputados oficialistas aprobaron inconsultamente la Ley Bitcoin, estableciendo como moneda de curso legal la volátil criptomoneda Bitcoin, con la que el Estado salvadoreño ya ha perdido millones de dólares. El Congreso también aprobó una ley para evadir la rendición de cuentas en el uso de fondos públicos para atender la pandemia por covid-19, esto último sucedió después de que el periodismo de investigación salvadoreño revelara varios casos de corrupción que involucran al Ministro de Salud, Francisco Alabí, a dicho decreto la ciudadanía crítica lo bautizó popularmente como la Ley Alabí.

Y como si fuera poco, Bukele ha sepultado en el olvido al Instituto de Acceso a la Información Pública, cualquier información que antes era pública, ahora es de carácter reservado. Recientemente, sus diputados también ratificaron a un cuestionado funcionario como su guardián de la ética, dejándolo a cargo del Tribunal de Ética Gubernamental.

Los infortunios continúan. Durante las últimas semanas El Salvador vive bajo Régimen de Excepción. Sobre esto es necesario saber tres cosas: la primera es que el periódico digital El Faro sacó a la luz que el Gobierno de Bukele ha pactado en secreto con la pandilla MS-13 y las dos facciones del Barrio 18; lo segundo es que el 26 de marzo de este año, El Salvador registró el día más violento del siglo con una ola de 62 asesinatos. El tercer dato a tomar en cuenta es que cuando el 9 de febrero de 2020 Bukele se tomó la Asamblea Legislativa a punta de fusil, la excusa fue presionar a los diputados –cuando Nuevas Ideas aún no estaba en el congreso– para aprobar un préstamo que tenía como objetivo la financiación de su proyecto “insignia” para combatir la criminalidad: el Plan Control Territorial. Hasta la fecha de hoy, dicho plan se desconoce como también su financiamiento. Todo apunta a que algo salió mal con el pacto y el Plan Control Territorial, porque nada detuvo que entre el 25 y 27 de marzo, se registraran 87 asesinatos.

El Régimen de Excepción ha sido la respuesta del Bukelismo ante el latente fracaso de sus políticas de seguridad, como también la carta de propaganda para contener el descontento de la opinión pública. Por otro lado, bajo dicho régimen se suspendieron algunas garantías constitucionales de la ciudadanía, como la de libre agrupación, el derecho a ser defendido integralmente en un proceso judicial y la intercepción de las comunicaciones. Con esta abusiva herramienta, Bukele ha metido a la cárcel hasta ahora a más de 25 mil personas, entre ellas gente inocente que simplemente ha pagado el estigma de vivir en una zona controlada por las pandillas. El oficialismo necesita desesperadamente números, celdas abarrotadas y, para ello, el poder absoluto concentrado en una sola persona, ha violado sistemáticamente los Derechos Humanos de miles de salvadoreños.

En medio de todo este caos, Bukele le exigió a sus diputados que aprobaran una Ley Mordaza, con la que podrían penar con hasta 15 años de cárcel a cualquier persona que difunda o publique algún material alusivo al fenómeno de las pandillas. Los periodistas que expusieron el pacto con pandillas de este y los gobiernos anteriores, de publicar una investigación similar, corren el riesgo de ser apresados, sin garantías de nada más que la voluntad de Bukele. En este momento ya hay 4 periodistas salvadoreños viviendo en el exilio, a quienes el Presidente del congreso, Ernesto Castro, se refirió en una sesión plenaria diciendo: “No los necesitamos, ¡váyanse!”. Este es El Salvador de hoy en día, una tierra donde lo que impera es el miedo que reparte el Bukelismo.

En este país todavía hay mucho en juego. El nivel de endeudamiento sobrepasa récords históricos. El Gobierno ha prometido una reforma del Sistema de Pensiones, ante lo que muchos expertos económicos, tomando en cuenta la opacidad financiera que le distingue a Bukele, prevén que esta será la última carta que juegue el oficialismo cuando el dinero ya no le alcance. Además, los magistrados impuestos por el Bukelismo ya le dieron el banderillazo de salida a la reelección presidencial por la que tanto babea el autócrata que ha desmantelado la democracia salvadoreña sin piedad.

En 2024 serán los siguientes comicios electorales en El Salvador. En tales comicios convergen las elecciones municipales, legislativas y presidenciales. Ante ese escenario, la bancada oficialista ha impulsado una campaña agresiva para reformar el Código Electoral y que los millones de salvadoreños que viven en el exterior puedan votar de forma electrónica, abriendo esto una puerta peligrosa a un posible fraude electoral. La reelección de Bukele es la última pieza para que la dictadura se instale por completo. ¿Logrará seguir acumulando todo el poder? Las calles de la capital salvadoreña se han abarrotado en al menos cinco ocasiones de marchas sociales que le paran cara a los abusos de poder. Un poco de esperanza radica en ese pujante músculo social.

Bukele engañó a todos enarbolando su lucha contra los que él llamó “los mismos de siempre”, lo que nunca dijo es que su plan era coronarse a él mismo, como el único mismo de siempre.

 

Comunicólogo y político

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