Alcohol para menores

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Las detenciones de nueve personas acusadas de trata de personas, violación, agresión sexual y amenazas fueron en diferentes establecimientos, entre la noche del viernes y la madrugada del sábado. Foto EDH / Cortesía Fiscalía

Por Mirella Schoenenberg Wollants

2019-10-13 6:00:36

Anita no superó la presión y trasladó en su vehículo a su hija adolescente, Nena, a la fiesta tradicional del colegio, celebración apoyada por las madres representantes del grado. La fiesta era en un hotel de la capital, propiedad de la madre de una de sus compañeras.

Ya el director del centro escolar había comunicado por correo electrónico a todos los padres del curso su rotundo desacuerdo y prohibición de fiestas con alcohol y sin supervisión de ellos. Aquéllos se habían comprometido con él a cumplir la orden a través de las madres representantes del grado y designaron a una decena de ellos a estar presentes y vigilar que no se introdujeran bebidas prohibidas en el festín.

Las madres representantes del grado notificaron en el Whatsapp común de padres que los jóvenes deberían contribuir con $10 para la compra de alimentación y gaseosas necesarias.

Anita acompañó a Nena hasta la entrada del pequeño hotel. Al ingresar al lobby se encontró con la madre dueña del lugar, quien abrió desmesuradamente los ojos al verla, corrió hacia una puerta lateral y salió apresurada del lugar. Ni buenas noches le había dicho. Anita la siguió con la mirada. Observó que la dueña se dirigía a un inmueble contiguo y separado del hotel.

El conserje le notificó que la fiesta se realizaría en ese inmueble. A pesar de la molestia de Nena, Anita condujo a su hija al lugar indicado. Al entrar al mismo se topó con un pequeño bar, dentro del cual había dos docenas de botellas de contenidos variados: ron, whisky, vodka, tequila. No localizó las gaseosas ofrecidas. Y menos los alimentos.
—¿Qué hace aquí Anita?—le preguntó una compañera de su hija, aquella que llegaba a su casa a estudiar desde pequeña. Percibió su aliento etílico.

—Esto no es para usted —agregó la menor de edad, envalentonada, agresiva, descortés.

Anita buscó a los padres y madres de familia que se habían ofrecido para supervisar el convite. No los encontró. Se dirigió a la cocina. Ahí, tres estudiantes preparaban una bandeja metálica sobre la cual colocaban jeringas llenas con mezclas de diversos licores. “Shuts” les denominan.

Su hija víctima de bullying, una adolescente deshidratada por vómitos profusos, un menor que perdió el conocimiento, otra ingresada en el hospital por intoxicación, 90 menores de 18 años que aprendieron que las leyes están hechas para romperlas y que sus padres no son sus guías para la vida, fueron los resultados de la fiesta.

Asimismo, la burla de 5 madres de familia, a través del Whatsapp común de los padres de familia, hacia Anita, debido a que ella reclamó por la anomalía, con otros 85, entre padres y madres, que guardaron silencio para no sufrir rechazo social; un director enfurecido por el descrédito hacia su institución y la falta de apoyo de su junta directiva para tomar acciones concretas preventivas y correctivas sobre estos acontecimientos.

He escrito este relato basado en hechos reales, porque Quique me lo ha pedido. Quique está preocupado porque las anomalías relatadas continúan dentro de la población estudiantil del colegio donde su hija estudia. ¿Por qué te preocupas, Quique? Con este relato, creo que ya sabes lo que tienes que hacer.

Médica, nutrióloga y abogada