Adiós del ángel sin luz

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Por Carlos Balaguer

2019-09-05 6:00:55

Al abrir Inés de nuevo sus ojos reapareció ante ella aquel irreconocible personaje del mundo de la luz. Tisha, su guía y protectora, había desmejorado de salud los últimos diez años y su risa y alegría eran cosa pasada. De ella dejaron los diez años de sacrificio tan sólo una pobre y enfermiza imagen. Inés reconoció tan sólo su voz, que escuchara en los días sin luz de sus ojos, inmersos en la oscuridad. Durante los años de su ceguera, Inés había visto la belleza interior de la humilde mujer. Pero al recuperar su visión y verla, enferma y agobiada, sintió piedad hacia ella.
Tisha sollozó al ver su sanación y luego decirle que se iría de la casa. El médico le había ordenado que ingresara al sanatorio, pero ella no aceptó jamás abandonar a Inés, ocultando el riesgo mortal que corría. Ya en el mundo de la luz su fiel lazarillo se marchaba. Floritisha la miró al través del temblor acuoso del sollozo, al tener que irse al sanatorio. Imaginó la palabra de despedida, pero ésta se ahogó en su garganta. Y tras abrazarla, dulce y largamente, se fue en silencio de su lado. (IV)

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