Hechos alternativos

Acontecimientos como el asalto al Capitolio no son algo ajeno para nosotros. Los hemos vivido en carne propia.

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La investigadora social, Jeannette Aguilar, desde hace varios años analiza el comportamiento de la Policía Nacional Civil. Foto EDH /

Por Luis Chavarría

2021-01-17 5:45:43

Donald Trump nunca se ha caracterizado por ser una persona sincera. El magnate es conocido por sus declaraciones incendiarias, las que en muchas ocasiones carecen de fundamento, como cuando afirmó que el expresidente Barack Obama no era estadounidense, mentira que llegó a propagarse tanto, que obligó a Obama a mostrar su certificado de nacimiento para demostrar su nacionalidad.

La situación no mejoró cuando Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos. Desde sus inicios mintió hasta sobre temas insignificantes, como la cantidad de personas que habían participado en su toma de posesión.

Kellyanne Conway, consejera presidencial de Trump, acuñó la célebre frase “hechos alternativos” para justificar las innumerables mentiras que el gabinete del mandatario difundía a diario, defendiéndose de sus detractores.

Pero el “hecho alternativo” más grave se dio cuando Trump se negó a reconocer a Joe Biden como el ganador de las elecciones presidenciales celebradas en noviembre del 2020. Desde entonces Trump ha alegado que le arrebataron el triunfo fraudulentamente. Su acusación llegó a las cortes estadounidenses, donde fue rechazada por falta de pruebas. Sin embargo, tantas veces ha repetido su versión de los hechos, que muchos llegaron a creerla.

Trump consiguió enardecer a un considerable grupo de sus seguidores, quienes atendieron su llamado de presentarse al órgano legislativo para impedir que se ratificara a Biden como Presidente. La enardecida turba invadió el Capitolio cual horda barbárica, sembrando pánico y destrucción a su paso. El repudio generalizado no se ha hecho esperar, llegando al punto de que altos miembros del Senado claman por la destitución de Trump.

Lamentablemente, acontecimientos como este no son algo ajeno para nosotros. Los hemos vivido en carne propia. La gran diferencia es que en una democracia sólida como la estadounidense la población reclama el respeto a la institucionalidad y, sin duda, se castigará a los responsables del vandalismo. En el trópico hay quienes justifican con excusas absurdas los delirios de grandeza de líderes mesiánicos, que en el nombre de la gobernabilidad usurpan las atribuciones y hasta los locales de otros poderes del Estado, mientras disfrazan sus anhelos tiránicos con “hechos alternativos”.

Especialista en Relaciones Internacionales.