La prensa es la que vigila, aunque no guste

En una democracia que funciona, los medios tienen la posibilidad de exponer sus opiniones e investigaciones de manera libre, independientemente de si estamos de acuerdo o no con el contenido de las mismas. La vida de una democracia también depende de que exista un periodismo libre y plural.

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La orquesta está conformada por músicos de gran renombre. Foto EDH / Menly Cortez

Por Erika Saldaña

2019-05-06 4:30:42

En 1783 George Washington, primer presidente de los Estados Unidos, expresó que “la libertad de expresión puede ser eliminada, pero entonces, torpes y silentes seremos guiados como ovejas al matadero”. Desde hace más de dos siglos se entendió que decir lo que pensamos y el trabajo de la prensa son un poder vital para la vigilancia de las personas a las que delegamos el poder.

La soberanía radica en el pueblo y los periodistas suelen ser nuestros delegados para la vigilancia. Se dedican fundamentalmente a investigar, recoger hechos y luego contárnoslos para que los ciudadanos tomemos acciones. Esto no les gusta a algunos políticos, incluidos aparentemente el presidente Trump o el presidente electo Bukele. Vivimos en una república, no en un feudo dominado por aristócratas, lores u oligarcas. Lo que se investiga y se comprueba, se publica.

Desafortunadamente, en esta época de la posverdad, donde todo es relativo, donde cada quien tiene sus propios datos, donde todos tienen agendas y en todo vemos mala intención, desacreditar al mensajero para desprestigiar el mensaje ha sido la estrategia confiable de quienes se incomodan con los pensamientos críticos. Y hay que tener claro que no todos son así. A estas alturas de la historia, si muchos periodistas de investigación mintieran ya estarían en prisión o enfrentando juicio. ¿Por qué no pasa? Porque lo que mediáticamente se dice no se puede sustentar en los tribunales.

El ataque y/o bloqueo al periodismo incómodo es una constante a nivel mundial. En El Salvador se han agudizado ciertas prácticas contra la libertad de prensa y en el caso del presidente electo tienen sus raíces desde su época como alcalde de San Salvador. Hemos sido testigos de su clara aversión al periodismo y medios incómodos. Hoy, aún sin haber tomado posesión del cargo, Nayib Bukele ha declarado una especie de afrenta a los medios que lo investigan o critican. Estas prácticas no solo han estado dirigidas a medios institucionalizados. Se ha intensificado el acoso selectivo a personas que no están de acuerdo con sus ideas o que tiene dudas. Pasan la factura hostigando en redes sociales, inventando cuentos a sus familiares, parejas, vida privada y asuntos que poco o nada tienen que ver con la crítica que se realiza. Esta ha sido la manera de operar.

El pasado 3 de mayo se conmemoró a nivel mundial el día de la libertad de prensa. Y hoy, igual que siempre, hay que reivindicarlo en El Salvador. La prensa y el periodismo ha sido un elemento incómodo para cualquier gobierno. Precisamente ese es su rol. La prensa que únicamente pone el ojo en las cosas buenas o se dedican a alabar las decisiones de los gobernantes no son más que cajas de resonancia afines a estos. El verdadero periodismo es el que se echa al hombro la labor de decir todo aquello que los gobernantes no nos quieren mostrar; de dar a entender los asuntos que las personas afines al poder no pueden o no quieren ver; y, en síntesis, la labor del periodismo es dar a conocer todo aquello que no se quiere sacar a la luz.

En una democracia que funciona, los medios tienen la posibilidad de exponer sus opiniones e investigaciones de manera libre, independientemente de si estamos de acuerdo o no con el contenido de las mismas. La vida de una democracia también depende de que exista un periodismo libre y plural. Los retos para los medios son no alinearse a intereses privados o sectoriales al hacer su trabajo; también luchar contra los datos falsos o evitar la tergiversación de la información. Presidente Bukele, esto no es fácil, pero a la prensa respétela por principio.

Abogada.