Columna Transversal: CIRES en vez de CICIES

Si queremos institucionalizar la disposición internacional de ayudarnos en la lucha contra la corrupción, no pensemos en una CICIG que duplique el trabajo de la Fiscalía General. Pensemos en una comisión que nos ayude a reformar el Estado y a hacer más eficiente el servicio público y las instituciones que brindan servicios a la ciudadanía.

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Foto EDH/ Menly Cortez

Por Paolo Lüers

2019-05-04 8:33:27

Olvídense de la CICIES. No necesitamos una comisión internacional que ataque la corrupción por el lado de la investigación y persecución penal. Ya se ha mostrado que esta parte de la lucha contra la corrupción funciona en manos de nuestras instituciones, y con mejores presupuestos y asistencia técnica internacional lo harán aún mejor.
Pero hay otra parte de la lucha contra la corrupción que está en pañales: la consecuente e integral reforma del Estado que erradique la incapacidad e ineficiencia en la administración pública y la deficiencia de los servicio a la ciudadanía. Por que es errónea la idea de que la corrupción comienza donde un funcionario robe al Estado o acepte sobornos. Esta es la parte de la corrupción que es más fácil erradicar, y de hecho El Salvador y otros países latinoamericanos lo están haciendo con bastante éxito. La parte de la corrupción mucho más difícil es la que comienza con la contratación de un funcionario no capacitado para su cargo, y que continúa con estructuras burocráticas que en vez de solucionar problemas los complican.

La “corrupción delictiva”, para llamarla de algún modo que la distingue de la “corrupción sistémica” que tiene que ver con la forma ineficiente como se organiza el Estado, es más fácil de detectar y erradicar porque el Estado tiene instrumentos para hacerlo: instrumentos institucionales de investigación y de persecución, como la PNC, la Fiscalía, Corte de Cuentas, tribunales, la Sección de Probidad. Algunas trabajan bien, otras todavía no, pero será fácil mejorarlas con recursos adecuados y asistencia internacional, sin necesidad de una Comisión Internacional que entra en conflicto con el orden constitucional del país.

Además, la lucha contra la parte delictiva de la corrupción (los presidentes que usan partidas secretas para robar millones; ministros y alcaldes que se dejan sobornar) tiene la gran ventaja de tener la opinión pública no sólo de su lado, sino presionando a las instituciones, pidiendo resultados.

¿Pero quién denuncia, quién investiga, quién erradica la corrupción que no se deja definir como delitos perseguibles sino que requiere transformaciones estructurales en el Estado? Nadie. Leemos en los periódicos de un presidente y otros funcionarios presos por corrupción, de otro presidente prófugo por corrupción, de alcaldes procesados por corrupción, pero nunca leemos de investigaciones que nos explican que cientos de millones de dólares se pierden por ineficiencia. Lastimosamente no es cierto aquella consigna del presidente electo que dice que “el dinero alcanza cuando nadie roba”. Es una visión muy corta de la corrupción y de las reformas que necesita el Estado para erradicar la ineficiencia sistémica. Al final del día lo que perdemos por la corrupción/robo es nada en comparación con la corrupción/ineficiencia…

La crisis permanente de los hospitales públicos y de los medicamentos no se explica ni por el montón de dinero que robaron los presidentes ni tampoco por lo poquito que pueden estar robando directores o administradores del área salud. Se explican por fallas en el aparato gubernamental que impiden que los recursos existentes sean bien aprovechados y se reflejen en beneficios de los usuarios.

Lo mismo en el sistema escolar, en la manera como se administran la PNC, el agua, la política energética. Podemos armar el mejor sistema de investigación policial, la mejor fiscalía, el mejor sistema judicial, la mejor CICIG y posiblemente agarrar y meter presos a todos los ladrones metidos en salud, Educación y Seguridad, en ANDA y CEL, y con esto se aun no van a mejorar los servicios públicos que dan estas instituciones, porque siguen sin tocar las fallas sistémicas de esta administraciones públicas que evitan que trabajen con eficiencia.

Y para esta tarea no tenemos instrumentos. Así que, si queremos institucionalizar la disposición internacional de ayudarnos en la lucha contra la corrupción, no pensemos en una CICIG que duplique el trabajo de la Fiscalía General. Pensemos en una comisión que nos ayude a reformar el Estado y a hacer más eficiente el servicio público y las instituciones que brindan servicios a la ciudadanía. Para esto se necesitan leyes adecuadas, como por ejemplo la permanentemente engavetada Ley de Servicio Público; se necesita reforma profunda de la burocracia; tecnología adecuada para hacer el aparato estatal a la vez más eficiente y más transparente; sistema de evaluación de funcionarios y de incentivos…

En esta reforma del Estado se tendrá que enfrentar a resistencias muy fuertes de grupos de interés incrustados en el aparato del Estado; funcionarios privilegiados igual que sindicatos. Para esto hay que hacer investigaciones, elaborar propuestas, movilizar la opinión pública. Invito al futuro presidente de establecer y dotar de total autonomía una Comisión Internacional de Reforma del Estado –y a comprometerse a poner en práctica sus recomendaciones. CIRES en vez de CICIES. Simplemente insistir y tratar de imponer una CICIES a la guatemalteca sería demagogia.

Periodista.