Frost Bukele

Ojalá algún día el todavía presidente electo se someta a tal acucioso ejercicio de cuestionamiento y veamos de qué está realmente hecho. Los medios están listos, solo falta él

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Lago Abraham, en Canadá. Foto EDH / Archivo

Por Ricardo Avelar

2019-04-25 6:43:52

Es 1977 y uno de los políticos más hábiles, Richard Nixon, luce incómodo y derrotado frente a una cámara. A tres años de su renuncia tras el escándalo de Watergate, el exmandatario optó por un retiro pacífico en su propiedad en San Clemente, California, hasta que recibió una invitación inusual.

David Frost, un controvertido periodista británico, le solicitó entrevistarlo. Tras discutir aspectos logísticos, Frost armó un pequeño equipo de investigación para preparar el encuentro más importante de su vida.

El 5 de agosto de 1974 salieron a la luz grabaciones que involucraban a Nixon con posible obstrucción de la justicia. Esto, pues el mandatario complicó investigaciones de la trama de espionaje a la convención del Partido Demócrata en Watergate, a orillas del río Potomac, en 1972.

Tres días después, el presidente habló desde el Despacho Oval de la Casa Blanca. En su alocución, y en apariencia sereno, Nixon anunció su renuncia, aduciendo que había asumido el costo político del escándalo Watergate y que eso le dificultaría gobernar. “Nunca he sido alguien que se da por vencido”, dijo, pero afirmó anteponía al país y que era tiempo de marcharse.

En 19 minutos, el presidente apodado “el truculento” (Tricky Dick) por su habilidad política, lograba su objetivo al darle vuelta a un escándalo que ponía en entredicho su honestidad para hacerlo ver como una magnánima decisión en la que sacrificaba el poder por su país.

Bien o mal, esta historia caló en parte de EE. UU. que, pese a haber visto a un presidente romper la ley y la ética, compró una versión en la que se juzgó y purgó a sí mismo. Hasta que llegó David Frost, quien en sus entrevistas logró derrumbar el mito al emplear la poderosa repregunta, o sea la habilidad de cuestionar, en ocasiones interrumpiendo, a un interlocutor que no aclara directamente lo consultado.

Frost fue incómodo y por momentos puso en riesgo la continuidad del proyecto. Sin embargo, se mantuvo firme ante un titán de la política estadounidense.

El cénit de esta entrevista fue cuando Frost preguntó directamente si el presidente puede violar la ley bajo excusa de seguridad nacional. Acorralado por su acucioso entrevistador, Nixon trastabilló: “Lo que quiero decir es que cuando el presidente lo hace no es ilegal”. Y así, en tres segundos, derrumbó la narrativa que había logrado construir. ¡Todo por una buena repregunta!

Este episodio nos recuerda el poder que puede tener una prensa libre para desenmascarar los mitos más opacos del poder. El rol de la prensa es llevar luz donde hay, intencionalmente o no, oscuridad. Y los gobernantes con vocación democrática se someten a estos cuestionamientos con apertura sin rivalizar con la prensa o calificarla de enemiga “del pueblo”, ese que nunca definen pero se autoatribuyen.

A pocos días de la instauración de un nuevo gobierno, no podemos dar por sentada la apertura con la prensa del presidente electo, quien ha optado por no dar la cara a los medios de comunicación y atacarles de vez en cuando. Su canal predilecto para dar sus opiniones es Facebook, donde nadie puede cuestionarlo a pesar de que haya dado declaraciones que provocan.

Sin capacidad de repregunta, un ciudadano nunca podrá conocer quién lo gobierna. No sabrá de qué está hecho, sus visiones principales o cómo se comportaría en escenarios complicados. El poder nunca podrá desnudarse y, como antes que Frost, las narrativas triunfarán sobre la verdad.

Ojalá algún día el todavía presidente electo se someta a tal acucioso ejercicio de cuestionamiento y veamos de qué está realmente hecho. Los medios están listos, solo falta él. De momento, sus pronunciamientos son unilaterales, insuficientes y enfocados solo en lo que él desea comunicar.

Analista político@docAvelar