El valle de la muerte

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Foto Por Pixabay

Por Carlos Balaguer

2019-04-22 10:54:04

Más allá de la llanura de Uma los errantes viajeros se adentraban en el estelar Valle de la Muerte. Allá donde no siempre moría el cuerpo en la travesía, pero sí el alma terrenal a fin de dar lugar al surgimiento del “atma” celeste o alma universal. Las saladas arenas del valle no permitían que hierba alguna creciera sobre el estéril suelo o que hombre alguno siguiera siendo el mismo, después de cruzar el despoblado. En la planicie había huellas de un antiguo océano que existiera siglos atrás. Según las antiguas tradiciones aquel remoto mar habría sido secado por las lluvias de fuego que cayeron desde el Akasha, los cielos de la ira. Ni un hombre, ni una lagartija, ni una flor, lograban sobrevivir en el erial. Ardiente de día y terriblemente frío por la noche, el valle era un inminente peligro para los viajeros que solían perderse a sí mismos en la desolada región. No obstante, el Valle de la Muerte era el único camino para llegar a las tierras altas de Erón. Después de unos días, Kanta —el mismo “Giri Krs” “la sombra del monte”— logró llegar a las orillas del caudaloso Olín —el río del destino— en donde esperó pacientemente que algún barquero llegara a rescatarlo de aquella vasta soledad, llevándolo al otro lado de las aguas. Justamente al puerto de Sheva, al otro lado de la vida. Él ya no era el mismo después de morir en el valle de la muerte.