Es la mujer, estúpido

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Por Gina Montaner

2019-01-18 9:42:19

El expresidente Bill Clinton le debe al estratega demócrata James Carville un eficaz eslogan que contribuyó a su triunfo electoral cuando en 1992 derrotó a George W. Bush. El lema “Es la economía, estúpido” prendió y hasta el día de hoy es un mensaje recurrente que enfatiza la importancia que para los votantes tiene la situación económica que afecta el bolsillo individual.

Bien, cuando faltan menos de dos años para las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, ya comienzan a perfilarse en las filas demócratas aspirantes a vencer en las primarias con vistas a ser el candidato o la candidata que se enfrentaría al presidente Donald Trump. Entre otros, el exsecretario de Vivienda, Julián Castro, ha anunciado su intención de competir mientras el exvicepresidente Joe Biden deshoja la margarita y en cualquier momento podría dar una sorpresa. En cuanto a las mujeres, Elizabeth Warren y Kirsten Gillibrand se han sumado a la carrera y se espera que otras de sus compañeras también aspiren a ser candidatas presidenciales.

Todavía con vestigios del sabor amargo que dejó en muchos la derrota de Hillary Clinton en una campaña electoral en la que la ex primera dama y secretaria de Estado fue demonizada como si del mismísimo Lucifer se tratara, nuevamente surge en torno a las aspirantes demócratas el pernicioso monotema de lo que en inglés se denomina likability y que en español equivale a “simpatía”, lo que en política se traduce en la capacidad de caerle bien al electorado.

De Elizabeth Warren de inmediato se puso en duda si es capaz de trasmitir simpatía. La veterana senadora por Massachusetts en numerosas ocasiones ha sido blanco de insultos y burlas por parte de Trump. En relación con Gillibrand, en el acto de su anuncio la prensa no perdió tiempo en preguntarle si considera que es lo suficientemente likable para ganarse a los votantes mientras ella intentaba resaltar asuntos importantes como el problema de la sanidad pública.

Tal y como se señalaba recientemente en un artículo publicado en el Washington Post, cualquier candidata demócrata debe preocuparse más por marcar distancias con Hillary Clinton que con Trump, pues, inexplicablemente, la antigua rival del presidente se ha convertido en el patrón (negativo) para medir la cantidad de “simpatía” que una mujer debe destilar si osa aspirar a ocupar la Casa Blanca.

Algo digno de estudiarse sucedió en aquella feroz campaña de 2017 en la que hasta la mano peluda de Putin intervino: un candidato tan poco dotado de simpatía natural como Trump pudo proyectarse como alguien más digerible y potable que Clinton. En la balanza no tuvieron importancia sus innumerables comentarios denigratorios sobre la mujeres y otras minorías ni su talante pendenciero. Si Trump era Guatemala, Hillary se había transformado en Guatepeor.

Como en los concursos de belleza que tanto le gustaba auspiciar al actual mandatario, tal parece que las aspirantes a la presidencia tendrán que dedicarle más tiempo a la prueba de Miss Simpatía que a la de sus conocimientos y preparación. Está visto (la prueba viviente es el propio Trump) que a un hombre se le puede pasar por alto una falta total de empatía y hasta se alaba su agresividad, pero una mujer tiene que esforzarse por transpirar una suerte de acogedor encanto supuestamente inherente a la condición femenina si no quiere acabar como las brujas de Salem.

La contienda aún no ha empezado y ya resulta cansino anticipar la letanía de necedades sexistas que habrán de enfrentar estas mujeres. Si una de ellas llegara a medirse contra Trump, sobra decir que el espectáculo estará servido. Teniendo en cuenta los retos internacionales que ahora encara el presidente, conviene recordar lo que en su día dijo de su rival Clinton, “Carece del aguante físico y mental para luchar contra ISIS y todos los adversarios que enfrentamos”. Un lema para 2020: es la mujer, estúpido. [©FIRMAS PRESS]

Periodista
Twitter: @ginamontaner