¿Sabemos realmente qué es educación?

descripción de la imagen
Soyapango FC y San Jacinto vuelven a chocar en la final del fútbol sala salvadoreño. / Foto Por Cortesía FESFUT

Por Mirella Schoenenberg de Wollants

2018-12-22 7:02:29

La tos no la dejaba concentrarse.

El té de hojas de naranja ya estaba frío. Necesitaba más, pero caliente, para que le quitara la picazón y el goteo retro nasal que la estimulaba a expectorar. Pero no despertaría a su madre para que encendiera el carbón de la hornilla; ya era de madrugada y merecía descansar.

Reflexionó sobre su madre, Mariana, siempre cuidándola, desvelándose junto a ella, pendiente y estimulándola; y a su hermano también, para que estudiaran con entrega, pasión e ilusión.

Hizo a un lado esos pensamientos y tapándose la boca con un pañuelo para que su tos no despertara a los de la casa, siguió haciendo los cálculos.

Estaba segura que los datos del libro estaban equivocados, pero repetía y repetía el cálculo de las latitudes y los grados, para asegurarse cien por cien. No podía ser que algo tan evidente no hubiera sido advertido con anterioridad, y más aún, que ella, una inexperta mujer, se hubiera percatado de esto y no lo hicieran los hombres famosos que habían explicado el fenómeno por tantas décadas.

Sin embargo, resolvió todas las dudas y lo re comprobó decenas de veces: El Salvador se encontraba apenas a 14º cuando la luna está en el Ecuador, por lo que el famoso fenómeno de “La luna de las Mieses” o “Luna Llena de Cosecha” no era observable en tierra cuscatleca.

La joven concluyó que era necesario que la latitud fuera de 60° para que el fenómeno lunar fuera sensible estando la luna en el ecuador. No era un fenómeno universal.

Reconocía que no era un descubrimiento espectacular, pero era una verdad científicamente comprobable y que tendría alguna utilidad. Estar consciente que a finales del mes de septiembre, en El Salvador, la luz de la luna no se prolongaba por 50 minutos o más, como en otros países, para realizar la siega de la cosecha (mies), posiblemente obligaría a los agricultores a tomar otras medidas para optimizar los tiempos de trabajo.

Todo conocimiento tiene una utilidad, por lo que Antonia decidió aprovechar este saber cómo objeto de su tesis para graduarse como Ingeniera Topógrafa de la Universidad de El Salvador.

En ese momento, Antonia Navarro Huezo (1870-1889) estaba demostrando qué era la educación: un mecanismo para estimular el proceso de estructuración del pensamiento, de la imaginación creadora, de formas de expresión personal y de comunicación verbal y gráfica.

Tantas bocas pronunciando la palabra “educación” actualmente; no obstante, me atrevo a afirmar que, o la mayoría no conoce lo que significa y lo que implica esa palabra, o simplemente, tiene varias acepciones.

Evidentemente que educación no implica solo saber leer y escribir como se ha pretendido en este país. Tampoco es haber logrado graduarse de bachiller o de una carrera universitaria.

Es algo más, junto con el mecanismo descrito: es la consolidación, en la persona, del pensamiento crítico que permite el análisis de su realidad, de tal forma que encuentre como modificarla, para la satisfacción de sus necesidades que le permitan concretar las metas establecidas en su plan particular de vida, lo que conlleva tener una vida digna. Esto cierra la definición de educación.

El 20 de septiembre de 1889, gracias al apoyo visionario de su madre y de funcionarios públicos del momento, se celebraba en grande el excelente desenvolvimiento de Antonia durante su examen público, y la concurrencia que lo había presenciado también festejó en un concurrido baile, en la casa de la familia Navarro. Esa noche, la banda marcial ofreció un concierto dedicado por el Presidente de la República, el general Francisco Menéndez, a Antonia, como la primera mujer salvadoreña que obtenía un título universitario.

Médica, nutrióloga y abogada
Mirellawollants2014@gmail.com