La era del meme y las fake news

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Por Max Mojica

2018-10-21 9:56:57

La información es vital para poder tomar decisiones, pero es la información abundante, libre y objetiva, fluyendo sin restricción, la que nos permitirá tomar las mejores decisiones posibles. Es decir, entre más información tenga una persona, mejores decisiones podrá tomar. Esto es tan válido para los políticos, como para los empresarios, los usuarios de la bolsa de valores, o para un ama de casa que va de compras al mercado. Todos necesitamos contar con la información más fiable posible, para tomar la mejor decisión sobre un asunto determinado: desde por quien votar, hasta a dónde resulta más barato comprar cebollas.

Ahora bien, ante el aluvión de información al que está expuesto el ciudadano común en una sociedad libre, el problema se ha transformado: pasó de ser un problema de tener “acceso a la información” (como ocurrió en la mayor parte de la Historia de la humanidad), a ser un proceso en donde resulta necesario filtrar los inmensos flujos de datos que una persona recibe, a efecto de que únicamente conserve y procese la información que sea certera, real o útil.
Antes de la existencia del internet, la información entre individuos viajaba a paso de tortuga o era, de plano, inaccesible. Ahora nos parece increíble, por ejemplo, que los aztecas no hayan tenido información sobre el proceso de conquista y esclavitud que estaba sucediendo en las vecinas islas del Caribe, más cuando este estaba ocurriendo a escasas millas de las costas de Yucatán. Es decir, básicamente en la puerta de lado. Si Moctezuma y sus consejeros lo hubieran conocido, el recibimiento de los españoles hubiese sido muy diferente. La falta de información les costó su reino… y su libertad.

Los gobernantes comunistas suprimieron a sus ciudadanos toda posibilidad de acceso a información sobre lo que ocurría en occidente, como un método para mantenerse en el poder. La libre circulación de la información, o la falta de ella, es clave para el mantenimiento de un orden político determinado. Si no, miremos a Corea del Norte o Cuba: sin libertad de información no puede existir libertad política.

Pero no todo es perfecto. Un problema que se deriva de la libertad de expresión irrestricta son las “fake news” (noticias falsas), las que, sin un análisis y filtro adecuados, pueden moldear ideas, pensamientos y emociones, para manipular inversionistas, consumidores o votantes. Las noticias falsas, que contienen “información manipulada” en laboratorios manejados por expertos en publicidad, son emitidas con el fin de confundir las mentes de los ciudadanos, orientándolos a consumir cierto producto o preferir cierta opción política.

Las “fake news” siempre han existido. Una de las más famosas fue el supuesto libro secreto denominado “Los Protocolos de los Sabios de Sion”, publicado por primera vez en 1902, el cual narraba una supuesta confabulación mundial de los judíos para conquistar el mundo. Posteriormente se supo que esa publicación había sido creada por la policía secreta rusa en la época zarista, para no solo justificar, sino alentar ideológicamente, la violencia que sufrían los judíos rusos de la época. Esa mentira costó muchísima sangre inocente, al haber sido la precursora, dentro de otras cosas, del Holocausto perpetrado por los nazis décadas después.

Como tal, las “fake news” son un subproducto negativo de la libertad de expresión. Es como la radioactividad que se desprende del uranio: todo el mundo quiere el uranio como fuente de energía, pero nadie quiere la radioactividad. De igual forma, todos queremos que se nos informe y vivir en libertad de expresión, pero nadie quiere ser engañado o manipulado. El problema es que sucede.

Dicho lo anterior, ¿qué hacemos con las fuentes que difunden “fake news”? ¿Prohibirlas, censurarlas? La decisión no es tan sencilla, ya que, cuando se pretende “controlar” la información generando leyes y reglamentos, se generan, a su vez, barreras para que la información útil y real pueda circular libremente.

Espero que algún día, podamos encontrar una salida inteligente a esta paradoja. Por ahora y si me preguntan a mí, prefiero seguir viviendo en esta era del “meme” y las “fake news” y ser yo quien tome la decisión sobre qué creer, en vez de conceder, otra vez, el poder a “papá gobierno” para que me diga que es lo que tengo que creer.

Abogado, máster en Leyes
@MaxMojica