¡Ah, los jóvenes!

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El delantero galés del Real Madrid Gareth Bale (R) reacciona junto al delantero francés del Real Madrid, Karim Benzema, durante el partido de fútbol de la liga española Real Madrid CF contra el Levante. (Photo by GABRIEL BOUYS / AFP)

Por María Alicia de López Andreu

2018-10-19 10:24:49

“Los jóvenes” son ahora dictadores a quienes debe servirse en lugar de exigirles, educarles y formarles, como efectivamente corresponde. Porque a todas horas hay alguien reclamando para ellos apertura, diálogo, escucharles, acompañarles en sus requerimientos, satisfacer sus necesidades y, especialmente, que nadie ose juzgar sus ideas, conductas, actitudes y posición ante la vida.

En mi lejanísima adolescencia también padecimos de igual soberbia. Pero los padres, familiares, maestros y, por supuesto, la Iglesia, nos cantaban siempre las crudas verdades. Mis padres nos criaron a mis hermanos y a mí dándonos gran libertad, según la edad que tuviéramos, pero debíamos merecerla cumpliendo con nuestros estudios y trabajo, dentro y fuera de la casa, además de respetar las estrictas reglas de conducta establecidas. Y cuando, por alguna falta, recibíamos un castigo o reprimenda, como los límites habían sido claramente delineados, nunca lo consideramos una injusticia, sino una consecuencia de nuestros actos. (Ahora, esas consecuencias son ajenas, nunca propias).

Actualmente, el genérico “jóvenes” abarca desde los 16 hasta los 30 años. Según nuestras leyes, al cumplir 18 años ya se es mayor de edad, sujeto a todos los derechos y a todas las obligaciones que la legislación y la moral exigen. ¿Por qué, entonces, esa fijación con “los jóvenes”, tratando de amoldar un mundo para ellos, cuando deberían ser ellos quienes se amolden al mundo o se pongan a trabajar para cambiarlo? Posiblemente esa reverencia sumisa de la sociedad se deba al cargo de conciencia por no haberlos educado y formado debidamente, en su infancia y adolescencia. Les hemos dado demasiado muy pronto, sin exigir a cambio una responsabilidad acorde.

Trato de comprender: cuando los jóvenes piden “apertura”, ¿a qué se refieren? Porque la hay en la academia, en el mundo laboral, en la política. Pero da la impresión de que “apertura” significa que solo por ser joven (que no es ningún mérito, sino una fase pasajera de la vida) alguien debe ser recibido sin ninguna exigencia para estudiar, trabajar o asumir una dirigencia política. Perciben que establecer normas básicas equivale a cerrarles puertas y victimizarles. Sin embargo, hay infinidad de jóvenes que, esforzándose, sobresalen y son merecedores de más y mejores oportunidades. Y triunfan. La injusticia sería igualarles a los mediocres.

¿Diálogo? Parece que significa aceptarles todo, aunque sea malo o descabellado. ¿Ser escuchados? Se hace, pero debe separarse el trigo de la paja, no todo lo que dicen es bueno o aplicable. ¿Acompañarles en sus requerimientos? Difícil saber cuáles son, porque pareciera que están en contra de todo, no a favor de nada. ¿Satisfacer sus necesidades? Indispensable con quienes tienen impedimentos (físicos, mentales, etc.) pero el resto debería velar por sí mismo, ser productivos, no una carga. ¿No juzgarles? De acuerdo en no juzgar a la persona, pero sí las acciones y conductas, al igual que son juzgadas las de todos los demás. No hacerlo sería una grave omisión, porque el bien y el mal sí existen y es imperativo distinguirlos. Solamente haciendo esa diferencia y practicándola podremos tener paz.

Precisamente porque conocemos el valor de los jóvenes, que después tendrán en sus manos el destino de nuestra Patria, es que debemos regresar TODOS a la cordura (la Iglesia, inclusive) y formarles debidamente, sin miedo a cantarles las verdades y apoyarles, frenándoles cuando vayan por mal camino. Por el bien de todos.

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