San Romero y el paganismo

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Por Luis Enrique Contreras Reyes

2018-10-17 7:29:59

La canonización de Monseñor Óscar Arnulfo Romero es una bendición de gran magnitud para nuestro país y para nuestra Iglesia Católica. Desde que el Papa Francisco anunció un espacio en los altares del mártir salvadoreño, ilusionó a todo un país lacerado por la delincuencia, atrofiado por la polarización política y escindido por un odio ideológico que ha impedido nuestra unificación como salvadoreños.

En el auge de una campaña electoral la figura de nuestro santo no debe utilizarse para fines políticos y mucho menos para azuzar un revanchismo mal intencionado entre los partidos políticos. Algunos, previo a la canonización, publicaron artículos, entrevistas sobre el ahora santo Óscar Arnulfo Romero, para insistir con el autor de su asesinato, para contaminar al candidato de ARENA, Carlos Calleja, con este condenable homicidio. Esto no debe permitirse.

Tampoco faltan varios políticos que buscan glorificarse de esta celebración para la feligresía católica. Y se adjudican a San Romero como el que luchó sus causas en defensa del pueblo y así justificar su guerra fratricida y los asesinatos que cometieron en ella. La santidad de Monseñor Romero trasciende cualquier enfoque material y político; por tal razón, todos aquellos que se jactan de admirarlo y seguir su ejemplo deben tener coherencia y respetar todo aquello que el santo Romero protegía.

Su férrea defensa de los derechos humanos en todas sus vertientes, desde la vida más inerme, que habita en el vientre materno hasta su muerte natural. Inequívocamente los principios de San Romero estaban arraigados en el cristianismo y su lucha contra la injusticia inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Mostrándole al mundo la riqueza invaluable de sus creencias, solamente una fiel convicción al cristianismo, una fe edificada y cimentada en los imbatibles pilares del evangelio podía llevar a San Romero a dar su vida por sus semejantes. Si admiramos a Romero el hombre, inevitablemente debemos respetar y admirar más aun la doctrina cristiana que profesaba, porque era el caudal que lo nutría de fuerza sobrenatural para soportar los ataques de una época sombría en la historia de nuestro país.

El cristianismo y las acciones realizadas por San Romero no están desvinculadas, su clamor y defensa de los necesitados va más allá del sufrimiento físico, su finalidad era reconfortar a esas almas carentes de fe, vacíos de Dios… en una época de guerra en la que fácilmente podemos cuestionar los propósitos de Dios o su misma existencia. Mantener la fe del evangelio en sus fieles fue una encomiable labor que solamente un hombre entregado al Creador podía hacer; solamente un instrumento elegido por Dios tenía la tenacidad de batallar contra los acontecimientos políticos de la época y no subyugarse a nadie.

Si Monseñor Romero viviera, ciertamente, desearía ver un país unido, un El Salvador con principios, defendiendo la vida, la familia y protegiendo siempre a los más necesitados material, pero, sobre todo espiritualmente. A él no le gustaría señalamientos acusadores y paganos buscando siempre culpables… el perdón debe reinar en personas que se enorgullecen de San Romero y ¡deben clamar porque se combata toda injusticia!, no promover el aborto, no matarse entre salvadoreños, no seguir exacerbando un odio descomunal que nos impide prosperar.

Si somos selectivos en las causas que defendía San Romero, si usamos su figura para réditos personales, políticos o partidarios, si estamos a favor del aborto e ideologías que van contra los principios cristianos, nos caracterizaría la incoherencia y seríamos muy cínicos pregonando la devoción de mártir salvadoreño. Ese pagano relativismo no tiene cabida en la santidad de un hombre que entregó la vida por el evangelio, cuya santidad le permitiría perdonar incluso a su propio asesino.

Analista político y escritor