¡Ay, Costa Rica, qué cerca y qué distantes!

descripción de la imagen
Foto EDH / Jessica Orellana

Por Rolando Simán

2018-08-13 8:41:42

“¡Comen frijoles y eructan champan!”, fue el triste comentario que me hizo un exitoso empresario salvadoreño hace muchos años, cuando El Salvador era el “Japón de Centroamérica” refiriéndose a nuestros compatriotas dinámicos y trabajadores comparado con los “cómodos ticos” en ese entonces. Pero el tiempo ha pasado.

Analicemos un poco para ver qué opinamos al respecto. En 2005, nosotros exportábamos $3,436 millones comparado con los $2,654 millones que vendía Costa Rica, nuestra ventaja era de un 29.5 %. A la vuelta de 12 años, en 2017, Costa Rica exportó $10,731 millones comparado con los $5,760 millones nuestros, una diferencia arrasadora del 86 %.

Eso no es todo, el Producto Interno Bruto de Costa Rica en 2017 fue de $57,600 millones, comparado con los $24,805 millones nuestros, nos supera en un 132 %.

Pero no quiero continuar con números, sino hablar de los ticos, de su cultura, de su educación, de su bienestar. Esta reflexión surgió en mi último viaje a San José, del que regresé con depresión. Asistí a una cena organizada para sensibilizar sobre la problemática de la exclusión estudiantil y dar a conocer varios proyectos para que los jóvenes completen la secundaria y consigan trabajo. El reto es superar que solo el 40 % de los estudiantes que entran a primer grado se gradúan de bachiller.

¡Y cómo no voy a deprimirme, cuando la meta de los salvadoreños es que nuestros estudiantes no abandonen la escuela por las amenazas de las maras, porque las alumnas son violadas!

Cuando muchas escuelas carecen de lo más esencial, como servicios sanitarios, pizarrones, techo, entre muchísimas otras cosas. Sé de una escuela que no tuvo servicios sanitarios durante un año porque la fosa séptica estaba llena y no disponían de fondos para limpiarla, y solo gracias al patrocinio de una empresa ya cuenta con el servicio sanitario básico.

¡Cómo vamos a mejorar nuestra educación así, y cómo podremos superar nuestro índice de pobreza!

Nuestra prensa es de primer nivel y no tiene nada que desearle a la tica, pero qué diferentes somos hasta en las noticias con las nuestras plagadas de asesinatos, extorsiones y violaciones. Solo el año pasado tuvimos 3,962 asesinatos, a un promedio de 11 por día. Tenemos zonas donde nuestra gente sale de sus casas temerosa de no regresar o no puede ir libremente a su trabajo. El año pasado un joven colaborador nuestro fue asesinado, porque para tomar el bus y venir a trabajar tenía que pasar por un área controlada por una mara contraria a la de su lugar de residencia. Así es en nuestro El Salvador.

Pero las diferencias van más allá y llegan a la institucionalidad: Miguel Ángel Rodríguez, expresidente de Costa Rica, renunció a su puesto de Secretario General de la Organización de Estados Americanos, para presentarse a Costa Rica a enfrentar cargos de corrupción en su contra ante los tribunales de justicia. Lo bajaron del avión con las manos esposadas y escoltado por la policía. Le dije a mi amigo “ustedes los ticos son exagerados. Tu expresidente renunció a su puesto y viene a entregarse a la justicia, no hacía falta que lo bajaran de esa forma”. A lo que me respondió: “Rolando, es el procedimiento y aquí nadie se la juega”. Miguel Ángel Rodríguez además fue trasladado a la prisión en un vehículo conocido como “perrera”, usado por la policía para transportar delincuentes comunes. Fue encontrado culpable como instigador de corrupción y haber recibido una comisión de la firma de telecomunicaciones francesa, Alcatel de hasta por $819,000, una cantidad menor comparada con los casos de saqueo público que leemos en nuestro país. Fue condenado a cinco años de cárcel. ¡Qué lección de procedimientos e institucionalidad!

Y diferencias hasta en lo que parece sencillo, pero no lo es. Recuerdo que una de las noches de mi viaje, asistí con mi amigo a una recepción, naturalmente nos habíamos tomado un par de copas de vino. A la hora de irnos uno de sus empleados le dijo que le iba a traer su carro, pero él lo detuvo y le dijo: “Mañana enviaré a recogerlo, me iré en taxi porque me tomé un par de copas”. ¿Y en El Salvador? Suficiente hemos leído de episodios trágicos y otros vergonzosos que han tenido que enfrentar las autoridades.

En este punto, pienso que más allá de deprimirme, se trata de ver qué puedo hacer por mi país en mi entorno familiar, en mi empleo o en mi empresa, en mi posición de funcionario público, ministro religioso o profesional. Nuestros problemas son oportunidades de mejora. Necesitamos un gobierno honesto y capaz, que rija para el bien de nuestro pueblo, que genere oportunidades para nuestro desarrollo.

Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Así como somos serán nuestros gobernantes. Empecemos ya cada uno a cambiar nuestro país con nuestro ejemplo y honestidad. Tenemos un largo camino por recorrer. Sigamos el ejemplo de nuestros vecinos ticos. ¡Ay, Costa Rica, qué cerca y qué distantes!