Una onza de justicia, una tonelada de fe

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Por Eduardo Lovo

2018-08-10 8:41:45

Lo que sucedió esta semana era imposible de ver en el 2014. Era un sueño, una ilusión, que muchos decían que jamás sucedería. El 2014 fue el año que “desperté”. Me tomé como tarea entender las causas de la guerra que vive nuestro país, las causas mismas de la violencia. En aquellos entonces le dediqué cientos de horas a entrevistar a líderes, corruptos, criminales y corruptores de todos los niveles jerárquicos. A pesar de que las entrevistas eran a solas y se sabía que nada quedaría registrado, los entrevistados bajaban la voz al mencionar ciertos nombres, incluyendo el de Saca por supuesto. Claro, teníamos miedo, mucho miedo.

El que me diga que lo que ha sucedido esta semana es “normal”, o “lo esperado de un sistema corrupto como lo era El Salvador”, o no tiene ni idea de lo que está hablando o está mintiendo. Desde lejos y los que deciden ignorar la historia jurídica de El Salvador ven lo que ha sucedido como “más de lo mismo”. Pero déjenme decirles que la Constitución y las leyes de El Salvador han sido diseñadas con precisión para blindar a los partidos políticos y a la corrupción. En aquellos entonces veía las instituciones como esferas graníticas perfectamente diseñadas para resguardar la corrupción. Yo soñaba con que alguien aruñara tan siquiera una de esas esferas. El mismo sistema judicial y Fiscalía General de la República estaban enteramente corruptos, como siempre lo había estado; nada era nuevo.

Aquellos que lo vimos, aquellos que murieron por ver este logro a lo largo de las décadas, si estuvieran acá seguramente opinarán un poco diferente a la oleada de “sabios” en las redes sociales y en los micrófonos de la radio y televisión que pretenden hablar desde un nivel moralista más alto que los demás, minimizando estos hechos históricos o simplemente tratando de ensuciarlos.

Al igual que muchos, siento pena, pero no por lo que pasó, sino por las décadas de silencio y complicidad de gente como yo, de abogados, empresarios y políticos que pervertimos al máximo un sistema judicial. Pena me dan los abogados y diputados que continúan blindando la corrupción desde el punto de vista constitucional e institucional. Pena me da el tibio, el que decide o decidió ver al lado, el que guardó silencio, el que se enriqueció de la corrupción. Pena me da el que solo crítica desde la banca (o redes sociales), sin jamás entrar en la arena.

Sobre el Fiscal, mis respetos y mi gratitud. Ningún salvadoreño jamás, había logrado lo que usted ha hecho. Es más, ningún salvadoreño tan siquiera lo había intentado. Se requiere de mucho coraje para hacer lo que usted ha hecho.

Por cierto, si las acciones y el discurso de los candidatos a la presidencia desde este momento no van orientadas a la lucha frontal y sin tregua en contra de la corrupción y el crimen organizado dentro de los partidos políticos, o están improvisando o no tienen ni idea en lo que se han metido.

El mejor momento para El Salvador es ahora, la hora de soñar e ilusionarnos es ahora, la hora de levantarse y actuar es ahora. No esperes que nadie haga el trabajo que deberíamos estar haciendo cada uno de nosotros. Una de mis esperanzas en ese escenario desolador del 2014 era ver una tan sola “onza” de justicia en un país que jamás la había presenciado. Esa “onza”, para mí, equivale a una tonelada de fe.

La ilusión de un país en paz es real.

Esposo, padre, hijo, hermano,
médico, idealista, soñador,
salvadoreño y patriota