Fútbol y política

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Por Carlos Mayora Re

2018-06-22 8:34:02

Estamos inmersos en el Mundial, y aunque la vida ordinaria no detenga su curso normal, lamentamos, eso sí, no formar parte de las treinta y dos selecciones que se juegan el título en Rusia. Lo curioso es que en nuestro caso eso de no participar, después de tantos mundiales fallidos, lo damos casi como una fatalidad y no como un fracaso más del gobierno actual y de los anteriores.

Pero, vamos a ver: ¿se puede hacer que un país triunfe internacionalmente en una disciplina deportiva a partir de políticas públicas? Claro que es posible. Se requiere tiempo, planificación, capacidad, honestidad y —sobre todo— trabajo. Basta abrir los ojos y fijarse en lo que se ha dado en llamar el “milagro” (que bien visto no lo es tanto) de Islandia, o el boom deportivo de España desde hace dos décadas.

Desde la pasada Eurocopa, y más ahora en el Mundial, los islandeses se han posicionado como una potencia futbolística. Su éxito no es circunstancial —como lo fue nuestra participación en el Mundial de España, cuando se juntó una generación privilegiada de futbolistas— sino fruto de años de trabajo ordenado y constante.

Con una población de trescientos cincuenta mil habitantes, y después de un estrepitoso fracaso financiero en 2008, provocado por una crisis bancaria de grandes proporciones, han tirado de programas sociales para salir adelante.

Cuando las autoridades islandesas pusieron en marcha su programa, que incluía la práctica deportiva, no pretendían convertir su país en un referente futbolístico. Su propósito era encontrar un entorno para los jóvenes que combinara diversión y entretenimiento, favoreciera la socialización y permeara en la gente valores como respeto, disciplina, trabajo en equipo y esfuerzo.

La rutina de los estudiantes islandeses está bien definida: cuando terminan las clases en los colegios, van a actividades extra escolares; en muchos casos a practicar fútbol, en otros a recibir clases de música. Estudio por la mañana, espacios para la música, las artes y el deporte por las tardes.

En la isla no piensan en el deporte como un asunto de competición exclusivamente, sino como un proceso social, participativo, de convivencia, que ayuda a la integración de todos, y a la cohesión. De hecho, como hemos visto en los jugadores que están compitiendo en Rusia, en Islandia la frontera entre deporte profesional y amateur está poco clara. Los integrantes del equipo mayor no son futbolistas profesionales, sino más bien profesionales futbolistas, como se ha comentado.

Sin embargo, lo más importante es que los beneficios de las políticas públicas en Islandia no se acaban en el fútbol. A finales de los Noventa era frecuente ver los fines de semana hordas de adolescentes alcoholizados, de hecho se manejaban cifras que indicaban que el cuarenta y cinco por ciento de los menores consumía regularmente alcohol. En el 2018 han logrado bajar la cifra al cinco por ciento. El consumo del tabaco bajó del veintitrés al tres por ciento, y el de marihuana del diecisiete al cinco por ciento, en el mismo periodo de tiempo.

De todo esto se deduce que fútbol y política sí que están relacionados. El crecimiento del número de aficionados, entrenadores, jugadores, y los éxitos deportivos, no se comprenden sin tomar en cuenta las decisiones políticas que ha habido detrás: inversión en infraestructura, capacitación de profesores y entrenadores, un trabajo social que ha tomado muy en cuenta la familia, etc.

Entonces, inevitablemente, uno se pregunta ¿por qué otros sí y nosotros no?… Para no ser pesimista prefiero dejar la pregunta planteada, y que la responda el lector. Sin embargo, aun tomando en cuenta lo que reza un viejo refrán, que “el mejor momento de sembrar un árbol fue hace veinte años”, he de decir que para lo bueno, siempre se está a tiempo de comenzar.

Ingeniero
@carlosmayorare