Lo que el FMLN debe aprender y olvidar

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Foto por Óscar Iraheta

Por Manuel Hinds

2018-05-03 9:35:15

A pesar de todos sus defectos y fracasos, el FMLN podría jugar un papel muy importante porque el país necesita diversidad política. Es en la interacción de distintas ideas y personalidades que se logra el equilibrio dinámico que es la base del progreso —los partidos vigilando los unos a los otros, alternándose en el poder, proporcionando las perspectivas que el otro no puede ver porque están en sus puntos ciegos. Pero ese equilibrio no puede lograrse si uno de los participantes —como hace el FMLN— trabaja para destruir el sistema democrático, el imperio de la ley y los derechos individuales. Menos puede lograrse si, como también hace el FMLN, trabaja para crear y mantener una guerra de clases, para lo cual inyecta continuamente odios y rencillas entre los salvadoreños. En esta situación hay mucho que el FMLN tiene que olvidar y que aprender.

El FMLN tiene que enfocarse en que ni en el poder, ni antes cuando era oposición, ni cuando era guerrilla, ha producido una sola idea para mejorar la suerte de los salvadoreños. Sus así llamados programas sociales no han buscado inversión en capital humano. Se han reducido a subsidios que no dejan nada perdurable para los beneficiarios, y aún esos son copias de los programas del gobierno de Tony Saca. Sus invectivas contra el sector privado solo han reducido la inversión y el crecimiento. La economía se ha mantenido estable y las tasas de interés bajas solo por una idea a la que siempre se opusieron: la dolarización. La educación y su infraestructura se ha deteriorado continuamente bajos sus gobiernos. Los hospitales y las unidades de salud no tienen medicinas ni equipos. Ha gastado enormes cantidades en pasos a desnivel que no solo no han mejorado el tráfico sino que lo han empeorado. No se puede hablar de una política de seguridad porque nunca la ha habido. En ese tema, como en los demás, el gobierno se ha concentrado en dar la impresión de que hace algo cuando en realidad no hace nada.

Al principio el entusiasmo de los mitos revolucionarios hizo que una buena parte del pueblo creyera en los pretextos que los gobiernos del FMLN daban ante los continuos fracasos (que todo era culpa de los veinte años de ARENA, que el gobierno se estaba ajustando, que la derecha estaba organizando un golpe, etc.). Pero cuando fueron pasando los años, la ciudadanía en general primero, y luego muchos de los miembros del partido, se fueron dando cuenta de que los fracasos eran todos resultados de nada más que de la terrible incompetencia, el nepotismo y la impunidad que han caracterizado a los gobiernos del FMLN.

Eso es lo que ha salido de la idea de que el odio de clases es una fuerza de progreso, y la única en la que el FMLN ha basado sus acciones. Esa idea es lo que lo ha llevado a ser un partido sin propuestas, divisivo y negativo en la historia del país. Esa idea la tiene que olvidar el FMLN.

Pero no solo tienen que olvidar. Su experiencia en el gobierno les debería de haber enseñado que lo que tienen que aprender es vasto. La idea de que personas que nunca en la vida han hecho nada más que pelear en las montañas, volar puentes y postes, y atacar a los así llamados “enemigos de clase” pueden manejar el gobierno está muerta. Los gobiernos confrontan problemas que son demasiado complicados para un equipo de personas que ha estudiado poco o nada.

Para sobrevivir como una fuerza útil políticamente el FMLN necesita repoblarse con profesionales y con gente exitosa en otras áreas de la vida. Su cúpula tiene que nutrirse de gente que no solo tenga experiencia en hacer ataques de guerrilla. Esto requerirá no solo que olvide sus ideas extremistas. Para sobrevivir como partido político en un ambiente moderno el FMLN va a tener que tomarse todo el largo tiempo que es necesario para educarse. Tiene que reconocer el error enorme que hizo cuando decidió, décadas atrás, irse por la guerra de clases y por desconfiar de los profesionales y los educados en vez de darse cuenta de que el progreso está en la educación.

Máster en Economía
Northwestern University.
Columnista de El Diario de Hoy