Cinismo a la salvadoreña

Nuestro mundo está plagado de cínicos, de personas que viven de la apariencia y en el engaño, sin ningún tipo de vergüenza o remordimiento.

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Aunque pareciera difícil de comprender, pero a pesar de los hechos de violencia en Mejicanos no impiden la actividad comercial.

/ Foto Por Jessica Orellana

Por Jaime García Oriani*

2016-09-24 7:19:00

Oscar Wilde, escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés, definió a los cínicos en la obra “El abanico de Lady Windermere”, como hombres que conocen el precio de todo, pero que no saben el valor de nada. Dos años antes, en 1890, en su famosa novela “El Retrato de Dorian Gray”, había escrito una frase muy similar, pero con mayor alcance: “Hoy en día la gente conoce el precio de todo pero no sabe el valor de nada”. 

¿Por qué el literato aplicó la misma definición a dos grupos tan diversos? El cínico tiene unas características muy específicas y determinadas (del griego KUVIKÓC, traducido propiamente como “perruno”, se refiere a la persona que actúa con falsedad o desvergüenza descaradas, según define la RAE), mientras que hablar de “la gente” es una generalización. 

¿Qué motivó a que Wilde pusiera en el mismo plato a los cínicos y a la gente? Investigando sobre esta nimiedad, encontré una interesante reflexión: “Quizás ocurre simplemente que en el fondo ‘la gente’ y ‘un cínico’ no son sujetos tan diferentes. Quizás es que todos somos un poco cínicos, porque sin darnos cuenta nos vamos sumergiendo cada vez más en un mundo en el que conocer el precio de todo es, lamentablemente, mucho más fácil que saber el valor de nada”.

Debemos admitirlo. Nuestro mundo está plagado de cínicos, de personas que viven de la apariencia y en el engaño, sin ningún tipo de vergüenza o remordimiento, a lo mejor porque están malacostumbrados. Si bien el cinismo se manifiesta mayormente en el ámbito político, ha permeado hasta el fondo a nuestra sociedad. 

En nuestro país, existen diversas manifestaciones del cinismo, entre otras muchas. 

Está el cínico oficialista, que busca a toda costa defender sus políticas, sin importar que lleven al fracaso. De ellos, cuando alguno se opone, critica o pone límites en aras de respeto a la Constitución, derivan los cínicos paranoicos, quienes ven intentos de golpes de Estado y conspiraciones donde no las hay. Internacionalmente se venden como demócratas y defensores del pluralismo, aunque, paradójicamente, apoyen regímenes totalitarios con cero respeto por los derechos humanos. 

Sus principales aliados son los demagogos, aquellos expertos en tergiversar conceptos y vaciar de contenido las palabras para usarlas a su conveniencia. Astutamente lanzan informaciones disfrazadas de transparencia y desvían la atención de lo realmente importante. Otros, más sutiles, se promueven como personas de nuevas ideas, políticamente independientes y realizadores de proyectos faraónicos. Pero, cuando se trata de rendir cuentas, sale a luz la verdad: obras inconclusas y mal hechas, y un montón de “renders” de proyectos idealistas que solo sirven para ganar adeptos. ¡Ay del que se atreva a llevarles la contraria! Rápidamente aparecen informaciones tergiversadas en pseudomedios de comunicación y ataques masivos en redes contra los críticos. 

Otros se dicen luchadores por la justicia social y combatientes de la “oligarquía”, dispuestos a ser “perseguidos políticos” si hace falta. Sin embargo, cuando se conoce un poco más de la vida de estas personas con complejo de Robin Hood, se encuentran grandes incoherencias: no poseen nada, pero viven ostentosamente, por ejemplo. 

Este panorama permite el surgimiento del cínico opositor, aquel que vitupera cualquier acción del contrario. Muchos de sus reproches son válidos, pero es incapaz de condenar las malas prácticas actuales y pasadas de sus correligionarios, e incluso se hace el de “la vista gorda”, pese a haber estado en instancias en las que probablemente sabía lo que estaba ocurriendo. 

Uno de los más peligrosos es el cinismo del “ciudadano probo”. Critica la corrupción y desea que funcionen las instituciones, pero vive las leyes (por pequeñas que sean) a su conveniencia, confunde la justicia con la venganza, es cómodo cuando se trata de exigir y cae frecuentemente en el viejo juego polarizador de los politiqueros. 

Si la intención de Wilde era denunciar que todos tenemos algo de cínicos, estaba en lo correcto. No nos enojemos y reflexionemos cómo mejorar. 

*Periodista. 
jaime.oriani@eldiariodehoy.com