Gloria Ferguson de Borja Nathan murió en olor de santidad

Desde que empezamos una entrañable amistad la observé como una de las personas más íntegras, sublimes, sacrosantas y buenas que tuve oportunidad de conocer, no dudo que haya muerto en ese olor de la Santidad de Cristo.

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Las autoridades decomisaron además de la ametralladora dos fusiles, una escopeta y municiones.

/ Foto Por Cortesía FAES

Por Evangelina del Pilar de Sol*

2016-09-24 7:31:00

La frase “morir en olor de santidad” suele ser aplicada como reconocimiento a personas con fama de santos. Pero se ha comprobado que dicho olor es un fenómeno real. Tal fenómeno aparece atestiguado en muchos escritos de la antigüedad: desde los Anales narrando la muerte de San Simeón en el año 459, en las cartas que describen el martirio del obispo San Policarpo de Esmirna año 155, hasta las cartas que los cristianos de Lyon escribieron hacia el año 177, relacionadas con el martirio de San Potino, Santa Blandina y otros más, que consciente o inconsciente del olor que emanaban sus cuerpos, murieron con ese dulce olor a Cristo. 

Este prodigio ha sido atestiguado en religiosos como Marie-Rose Ferron, Catherine-Aurélie Caoutte o el Padre Pío y muchos más. Médicos científicos como el doctor Hubert Larcher, fallecido en 2008, señaló que el fenómeno es real.

En el caso de Gloria escribo hipotéticamente, pero basada en que desde que empezamos una entrañable amistad la observé como una de las personas más íntegras, sublimes, sacrosantas y buenas que tuve oportunidad de conocer, no dudo que haya muerto en ese olor de la Santidad de Cristo. Personalmente doy fe de que su trayectoria por este valle terrenal fue la de una intachable mujer, madre y esposa -del Ing. Guillermo Borja Nathan otra gran persona-. Jamás la oí proferir una crítica contra nadie o algún comentario negativo de alguien, habiendo presenciado igualmente cómo siempre hizo propia la misión de entregarse a hacer el bien a sus semejantes especialmente a los más necesitados, brindando ayuda, solución y consuelo a sus problemas, fueran económicos, de enfermedad, espirituales o de cualquiera otra índole. Cualquier causa ajena la volvía personal. 

Nos conocimos hace más de sesenta años cuando ella recién había llegado de Ahuachapán a vivir en San Salvador con su mamá, Doña María Borja de Ferguson, habitando casualmente a unas dos cuadras abajo de mi casa, entonces en la 1ª Calle Poniente entre 47 y 49a. Av. Nte, y recién yo regresar de estudiar en Montreal, Canadá, por allá de los años 50-53, cuando en esa zona de la ciudad las calles eran todavía de polvo. No llegaba aún la civilización.

Éramos casi de la misma edad y ella una de las jóvenes más lindas de la ciudad. De suave tez muy blanca, cabello rubio largo ondulado, profundos ojos azules y muy muy menudita, tanto así que más bien parecía una muñequita de porcelana salida de un camarín. Al momento de conocernos congeniamos, naciendo desde allí una bella amistad que creció a través de la vida de ambas.

Nuestros noviazgos con los posteriores respectivos esposos se dieron cabalmente en ese lugar y así, también entre nuestros cónyuges surgió la amistad, por tanto fuimos asimismo camaradas en salidas de juveniles ilusiones idílicas hasta que nos casamos. 

Gloria se casó un poco antes que yo. Dada su menuda configuración corporal, tener a sus dos adorados hijos Guillermo Alfonso y Gerardo le costaron meses de obligado reposo en su embarazo, pero siendo un adalid en las luchas cuando se proponía algo, logró su maravillosa maternidad. Sus dos hijos fueron queridos compañeros y amigos de mis hijas desde kínder en la Escuela Americana. Esto nos unió más aún. 

Entregada a su fe católica y amante ferviente de Dios y la Virgen María, eternamente ayudó a congregaciones necesitadas y fue premiada por el cielo con recientes asombrosas apariciones de la Sagrada Familia en su finca. 

Gloria de Borja Nathan murió en “Olor de Santidad” y está en el cielo. ¡Confirmado!

*Columnista de El Diario de Hoy