Carta a la CICIES: Descanse en paz

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Paolo Lüers. Foto EDH/ archivo

Por Paolo Luers

2021-06-04 8:20:37

Hoy es sábado de cartas “literarias”. Bueno, aquí un cuento.

Hubo una vez un joven llamado Bukele, que llegó a presidente de El Salvador, un hombre sediento de poder. Como se propuso ir contra izquierda y derecha, empresarios y magistrados para destruir el sistema de instituciones independientes, necesitaba un palo donde arrimarse. Encontró un palo grande y fuerte: el presidente de Estados Unidos, un tal Donald Trump.

Éste detectó en Bukele un alma gemela: Era rico, igual que él; tenía el mismo complejo de inferioridad frente a la “aristocracia” política y económica de su país; siendo un resentido, como él, tenía la misma intuición fina para detectar, manipular y movilizar para sus fines los resentimientos sociales existentes en las masas; tenía el mismo odio a la prensa independiente.

Entonces, lo adoptó. Lo apoyó incondicionalmente - como un mal padre apoya a un hijo berrinchudo, sin pintarle la raya. Y le mandó un embajador torpe, con la misión de chinear a su ahijado.

Además le encargó al secretario general de la OEA, Luis Almagro, que le cuide las espaldas a su protegido. A saber qué hablaron, pero parece que se entendieron bien Almagro y Bukele. Uno se imagina que siempre cuando el joven presidente hizo algún berrinche, que teóricamente la OEA no podía dejar pasar, Bukele le dijo a Almagro que no se preocupara, que él iba a respetar la Constitución y combatir la corrupción, incluso si la llegara a detectar en su propio gobierno. Almagro, mientras Trump estaba en la Casa Blanca, no vio otra opción que darle a Bukele el beneficio de la duda y seguirle apoyando.

Nace la CICIES.

Bukele había prometido en su campaña instalar una Comisión Internacional contra la Impunidad para que le ayude a combatir la corrupción. Fue donde Almagro y le pidió apoyo, porque Naciones Unidas ya había dicho que no se metía en una comisión que no tenía plena independencia y bastantes dientes. Almagro no era tan delicado. Armó una CICIES administrada por la OEA, aunque no había un convenio aprobado ni por la Fiscalía General ni por la Asamblea - sólo con el gobierno. Una CICIES sin independencia y sin competencias reales para investigar y acusar.

Luego el fiscal Melera, bajo presiones de Bukele y sus padrinos en Washington, accedió firmar un convenio de cooperación con la CICIES/OEA, en el cual tampoco se estableció la necesaria independencia.

Todos contentos: Trump, Almagro y Bukele. Obviamente, este último se envalentonó e hizo cosas como la toma militar de la Asamblea, que causó rechazo a nivel mundial. Todos brincaron, menos Trump y Almagro.
Pero un día todo cambió: Trump salió de la Casa Blanca - y llegó Joe Biden, quien hablaba mucho de derechos humanos, lucha contra la corrupción, respeto al orden democrático - y se lo tomó en serio.

La administración Biden comenzó a mandar mensajes a Bukele (y otros): No vamos a tolerar gobiernos corruptos, y tampoco ataques a la independencia judicial y la libertad de prensa. Poco a poco, Almagro tuvo que acoplarse a los nuevos tiempos. Instruyó a su CICIES que investiguen los casos de corrupción en la administración Bukele, ya denunciados en los medios. La administración Biden presionó al fiscal general a ponerse las pilas - y de repente Bukele vio en peligro la impunidad suya y de sus funcionarios.

Habiendo ganado en las elecciones legislativas el control absoluto de la Asamblea, Bukele dio instrucciones a su bancada parlamentaria de resolver este problema de investigaciones de un sólo. En su primera sesión, decapitaron la justicia independiente, sustituyendo a la Sala de lo Constitucional y al fiscal general, poniendo en su lugar personajes fieles al presidente.

Washington reaccionó, con condenas contundentes. Almagro se dio cuenta que Bukele le había dejado como un tonto útil ante la comunidad internacional. Comenzó a amenazar incluso de aplicarle a El Salvador la Carta Democrática.

Pero tenía un problema serio: siguió existiendo la CICIES en El Salvador - y con la CICIES como rehén, la OEA no podía proceder contra Bukele. Además, con cada día que seguía existiendo la CICIES/OEA en un país que ya no tenía fiscal independiente del ejecutivo, ni tampoco una Sala que podría servir de árbitro, se iba a hacer más embarazosa la situación, en la cual Almagro se había metido con Bukele.

Pero la OEA no podía ser la instancia que le daría el tiro de gracia a la CICIES. “La OEA mata a su hijo CICIES” no podía ser el titular de la prensa internacional.

Entonces había que provocar a Bukele que se haga cargo de la ejecución de la CICIES. Para esto nombró como su asesor a Neto Muyshondt, en estos días el blanco principal de ataques del oficialismo. El truco funcionó de inmediato: El día siguiente Bukele puso a su nuevo fiscal de facto a suspender el convenio con la OEA y la CICIES.

Almagro se logró desquitar lo que Bukele le había hecho ante los ojos del mundo: Conseguir su apoyo incondicional, dándole mentiras y compromisos que nunca tuvo intención de cumplir - para luego dar un golpe a la Constitución y dejar a Almagro como un tonto. Pero Almagro se lo desquitó: Indujo a Bukele a remover con la CICIES, que tenía que servirle de pantalla. El rey se quedó al desnudo ante la comunidad internacional.

Almagro, más listo de lo que todos pensábamos, quería deshacerse de la CICIES, pero sin ser quien la desmontara. Ahora, sin la CICIES como rehén de Bukele, puede convocar la Asamblea General de la OEA y poner a El Salvador en el banquillo del acusado.

Moraleja: Aunque muchos lo crean, Bukele no gana todas las batallas. Esta la perdió en grande.

Feliz fin de semana, Paolo Luers