Carta sobre los que gritan “traidor” cuando alguien no les hace caso

descripción de la imagen
El mediocampista de las Comoras, Fouad Bachirou (centro), es consolado por sus compañeros de equipo después de que Camerún ganó la Copa Africana de Naciones (CAN) 2021 en un partido de fútbol de octavos de final entre Camerún y Comoras en el Stade d'Olembe en Yaundé el 24 de enero de 2022. Foto: AFP

Por Paolo Lüers

2022-01-24 6:16:44

Tengan cuidado con la palabra “traidor”. Siempre cuando la usan dirigentes partidarios, es el preludio para algo feo: caza de brujas, persecuciones, campañas de guerra sicológica...

Entre más autoritarios y populistas sean los partidos cuyos dirigentes gritan “traidor”, más probable es que se trata de suprimir disidencias, críticas y oposición. Y la gran tentación de los liderazgos autoritarios es declarar cualquier crítica hacia ellos o sus partidos “traición” al pueblo o al país. Una vez que alguien es declarado “traidor”, cualquier sanción o persecución parece justificada. Con “traidores” ya no se discute, dialoga o busca entendimientos para superar o acomodar las diferencias. A “traidores” se expulsa, se margina, se castiga. Y una vez que logren declararlos “traidores al pueblo”, son expuestos a la ira de las turbas y aplastados.

Hago esta reflexión a raíz de lo que acaba de pasar en Honduras. Al constituirse el recién electo nuevo Congreso, se dio un conflicto interno dentro del partido “Libre” de la presidenta electa Xiomara Castro de Zelaya. La línea oficial del partido era honrar el pacto que Xiomara Castro había hecho como candidata con su competidor Salvador Nasralla, dirigente del Partido Salvador de Honduras. Para que se retire de la carrera y apoye a ella, la señora Castro le prometió a Nasralla una de las vicepresidencias para él y el derecho de escoger por dedo al próximo presidente del Congreso. Pero resulta que unos 22 diputados del partido Libre no estaban de acuerdo con este pacto. Se negaron a dar su voto al candidato que Nasralla proclamó. La pareja al mando de Libre, la presidenta Xiomara Castro de Zelaya y el ex presidente Mel Zelaya inmediatamente gritaron: “¡Traidores!”. De repente los disidentes eran “traidores a la patria” y Mel Zelaya convocó a sus bases para llegar al Congreso para garantizar que se cumpla la voluntad de la dirección del partido.

Al fin, los 22 diputados disidentes del partido de los Zelaya eligieron, junto a las demás fracciones, a un diputado de Libre como presidente de la Asamblea. El mismo día, por orden de los Zelaya y sin ningún procedimiento legal, 20 de los disidentes fueron expulsados del partido, incluyendo el presidente del Congreso.

Ni siquiera en países con tan frágil institucionalidad como los centroamericanos es legal que la dirección de un partido expulse al 40% de sus diputados sin intervención de un tribunal de honor del partido, sin los procedimientos que dictan los estatutos y la ley de partidos políticos. No es legal, pero se hace.

A esta altura yo no tengo elementos para juzgar quién tuvo razón en el conflicto.

No sé por qué los disidentes se negaron a votar por el candidato de Nasralla. No sé si las acusaciones de corrupción que el nuevo oficialismo hondureño les hace tienen base. Parece que en Libre hubo discusiones no resueltas sobre el pacto que los Zelaya negociaron con Nasralla y la cuota de poder que le concedieron.

Nasralla es una persona muy controversial en Honduras, un tipo egocéntrico y extravagante que proviene del show business y que trata de copiar el estilo populista del presidente salvadoreño Nayib Bukele. Yo no estoy tratando de juzgar quiénes son los buenos y los malos en este pleito, que de todos modos sería muy difícil en Honduras. Se trata de otro tema: ¿Vamos a dar a los líderes de los partidos gobernantes la libertad de declarar “traidores al pueblo” y luego a perseguir como tales a los disidentes en sus movimientos y a otros críticos de sus decisiones? Esta es la pregunta, y la respuesta tiene que ser: No. El partido gobernante no es “el pueblo”, por más que lo digan sus dirigentes y funcionarios.

Llama la atención que inmediatamente el presidente Bukele y sus funcionarios y diputados retomaron la acusación contra los presuntos “traidores” en Honduras. Ellos mismos señalaron que, en un caso similar, Nuevos Ideas había no sólo expulsado a varios de sus diputados, sino incluso les hicieron un antejuicio legislativo y los acusaron ante la fiscalía, la cual obedientemente ya abrió un caso contra los disidentes.

Estas son actitudes propias de autocracias y dictaduras, no de una
democracia. Es persecución política y uso del aparato de la justicia para este fin. Siempre cuando un dirigente o gobernante grite “traidores al pueblo”, entendamos que viene otro golpe contra la democracia y la libertad.

Saludos... Paolo Lüers.